ARTÍCULO ESPECIAL FERIA 2017 ALCÁZAR

Arsenia Tenorio, In memorian

Por SANTIAGO RAMOS PLAZA

Que la trayectoria en la pintura de esta mujer resuelta era segura y acertada, nunca lo dudé. Bastaba verla hablando o pintando para creerlo.


    Con la noticia de su fallecimiento en los brazos, me senté. Inmediatamente volví a verme a su lado, en aquellos años noventa en que la traté con asiduidad amistosa, también a Javier, su marido. Nos había presentado José Mari Palmero, que nos llevó en su auto a la casa en que vivían en el pueblo de Quero. Y frecuentamos en visita de invitados  su casa y el taller paredaño en que pintaba Arsenia con su soledad atada a la cintura como quieren los artistas.


    En 1995, en la sala «Santa Bárbara» de Madrid, le presenté su exposición de obra en papel «Atrapados», leyendo las poesías que le había dedicado, incluidas en el tríptico que confeccionó José Mari en su imprenta familiar. Figuraban en él tres sonetos, el primero ofrecido a ella, que copiaré aquí por causas distintas, y los dos restantes a sendas figuras de las expuestas.


    Para la feria alcazareña de 1996, qué coincidencia, Arsenia confeccionó el cartel anunciador, y yo pregoné la feria a la ciudad. Ella eligió los coches de choque, dominando la escena y el volante un chico dispuesto a los volantazos. Ya había publicado yo «De poeta por la feria» (1991), que parecía pintiparado para la noche solemne, pero preferí  adentrarme en el misterio por estar a la altura de la circunstancia, dicho que nos asiste a todos, y escribí sin pausa  «El cuento sin cuento de una garrota de feria».


    Este mismo año, asistí a su exposición de óleos sobre El Quijote, admirando la interpretación que había hecho de los pasajes cervantinos con figuras, ideal para mi comentario. Arsenia, de pronto, con la gala de su espontaneidad generosa, descolgó un cuadro y me lo regaló ante la concurrencia. Nunca, que yo sepa, aquí estaba la muestra, nuestra pintora mezcló lienzos de temas diversos; todo lo que exponía recogía un solo asunto desarrollado en el conjunto de la obra presentada en la sala. Esta modélica forma de trabajar coincidía con la mía desde el comienzo de mi poesía, que era lo que yo editaba por entonces.


    No estoy seguro, si al año siguiente, o después, eligieron a Arsenia para que leyera el pregón de la feria de Quero. Lo redactó con su entusiasmo habitual, contando con el mío para la aprobación. Resultó cariñosísimo, entrañable, enramado con su ilusión contagiosa, y fue muy aplaudido y vitoreado. Cerramos la noche con una cortina, la del sueño, ya con los gallos picoteando en los basureros de los corrales  vecinos, y con el respetable público y los titulares de renombre del callejero volviendo unos a sus hogares y otros a sus placas.


    En 1997 expuso su obra sobre las bolsas de plástico, de una resonancia tremenda, idea acertadísima de la vida corriente y diaria, con diversas exposiciones de nombradía y alcance nacional, «Sensaciones sobre el plástico» se denominó.  Conseguimos organizarla en la sala de Arte, de Caja Murcia, en Madrid, entidad que dirigía un afectuoso y complaciente amigo mío. Fue la primera exposición de cuantas se celebraron sobre las citadas bolsas de acarreo de la compra.


    Proseguimos viéndonos, pero pasando el tiempo ya de tarde en tarde y si coincidíamos a la hora del café, generalmente en el hotel Don Quijote, donde una vez más de tantas acabó muriendo el nombre del Caballero de la Triste Figura en un letrero.


    Seguí con atención su trayectoria de artista reconocida, que ya saltaba fronteras; de su participación en conversaciones radiofónicas, de sus artículos en prensa, pero la vida ya había querido más vida nuestra en otros sitios distantes. Sí hubo ocasión para que yo le comentara mi «mal con sus cangrejos ni de cielo ni de tierra», animándome a superarlo con palabras fervorosas que animan al más débil. Fue por el año 2004.. DESCANSE EN PAZ 

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