Crónicas desde el Corazón de Europa

Por Javier Mata (El francés)

Bonjour! Se conmemoran en este mes de noviembre, 99 años del final de la Primera Guerra Mundial. En nuestro país es una efemérides poco o nada conocida, pero en el resto de Europa, la memoria colectiva esta presente sobre una contienda que marcó por su atrocidad. Por el contrario en países como Francia, todos los pueblos y ciudades tienen un monumento a los muertos de aquella Guerra. De hecho, las cifras de muertos y barbaridades solo han sido superadas en la nefasta historia de la humanidad por la otra gran guerra que tuvo lugar apenas 20 años después.

Sin embargo hace 100 años se produjo lo que se vino en llamar la crisis del 17. El equilibrio de la contienda, las condiciones de la misma, sus atrocidades y el sinsentido de los generales que la alentaban, llevó a la población de todas las naciones implicadas, harta de ver a sus jóvenes morir de manera inútil, a promover huelgas, manifestaciones y rebeliones, con el fin de conseguir que sus generales firmaran la paz.

La revolución social que duró prácticamente todo el año tuvo consecuencias diferentes en cada país. Todos los generales al mando se resistieron a detener la guerra, algunos fueron sustituidos y finalmente, las tesis de aquellos vejestorios que sentados en sus cálidos despachos y comiendo bien, seguían ajenos al sufrimiento de los jóvenes que se mataban en condiciones abominables y sin suministros, las tesis decía, de esos hombres que no merecen ni una sola referencia positiva, y que en el fondo solo defendían su orgullo personal, predominaron. Pero lo hicieron con un coste evidente. Cientos de fusilamientos y encarcelamientos de sus propios conciudadanos en Francia, Alemania, Inglaterra e Italia. Pérdida de poder y territorios en Turquía o los Balcanes. Y sobretodo el triunfo de la revolución bolchevique en Rusia, que se retiró de la contienda ante las esperanzas de una población harta de vivir en un régimen medieval de semiesclavitud con los zares. Poco después EEUU entrará en la guerra rompiendo el equilibrio y permitiendo su final en noviembre de 1918.

Todo el la historia humana tiene paralelismos y de toda ella se pueda aprender. Afortunadamente nuestro cerebro es capaz de retener lo que ocurrió a generaciones anteriores y aprender mediante el método ensayo-error de lo pasado. Desafortunadamente, como el sentido común, que es el menos común de los sentidos, este aprendizaje es poco común. Y lo es por muchas razones, pero una de ellas es que a los « generales al mando » (no tienen porqué ser militares) les importa mas su orgullo personal, que el bien colectivo (aunque siempre esgrimen este último como razonamiento).

Y así de una u otra manera seguimos viendo como situaciones que se han convertido en conflicto de cualquier tipo, o mejor, que han sido llevadas al conflicto interesado, se mantienen y alientan por parte de quienes la manejan y que ajenos al sentir de la mayoría, no favorecen su final. A las pruebas me remito y en las ultimas semanas estamos viviendo o peor, padeciendo una situación que podría haberse solucionado sin necesidad de llevar a la gente a una contienda (por el momento no física) y alentando formas de intolerancia como el señalamiento público de conciudadanos que piensan sobre ese particular de forma diferente.

Al final la historia se repite de una u otra forma como un déjà vu recurrente. Las mismas tesis intolerantes de aquellos generales del 17, se repiten después en las de los nazis, en las de la dictadura de Franco (que algunos por desgracia añoran), en la de la época dura del terrorismo etarra, o en la de ciertos partidos intolerantes en la zona noreste de este país, que estamos padeciendo ahora.

Y claro, esas actitudes llevadas a cabo por borregos mandados por los « generales que están en sus despachos », desencadenan las mismas actitudes llevadas a cabo por otros borregos, del digamos « bando contrario ». Conflicto asegurado y orgullo a salvo, mientras se pelean otros ignorantes bajo la bandera de la democracia, de la supuesta tolerancia, y de los derechos territoriales (como si el territorio fuera de alguien, o una forma oral de comunicarse fuera signo de mayor nivel cultural, e incluso la pertenencia a un grupo asegurara una inteligencia mas elevada), es decir apelando a eso tan humano de « yo soy superior a esos imbéciles ». En realidad, esos que se llaman demócratas y tolerantes, sin serlo, solo son unos despreciables seres humanos equiparables a muchos de los que nos han precedido.

La llamada crisis de 1917 sucedió en ese año en todas las naciones implicadas en la primera guerra mundial, aunque finalmente predominaron las tesis belicistas

Bon courage!

Javier Mata

(El francés)

Más en Opinión
Entrando en la página solicitada Saltar publicidad
Advertisement