AERTICULO DE CONSTANTINO LÓPEZ

El tren siempre facilitó que viajeros ilustres pasaran por Alcázar de San Juan

Cómo nos veían los ingleses en sus crónicas del diario londinense The Times.

En una conversación reciente con mi amigo Jorge Alfonso Guillén que es un enamorado del ferrocarril y de nuestra ciudad y que nos visita cuando puede para seguir el pulso a Alcázar y para asistir a la ya tradicional jornada de las gachas manchegas, me comentaba que buceando en los archivos del diario londinense The Times, había encontrado algunas referencias históricas y curiosas a nuestra ciudad y que para mi resultaban desconocidas, por lo que le pedí que me hablase de ellas.

Todas tienen que ver con los viajeros que han pasado por Alcázar subidos en un tren, siendo el ferrocarril el elemento necesario para sus desplazamientos.

La primera de ellas está publicada el 5 de octubre de 1868 y es de la época de la Revolución Gloriosa. En el artículo se dice que Serrano y Prim durmieron en Alcázar de San Juan, "el gran nudo de las líneas férreas del sur que dista 92 millas de Madrid".
 

“(...) ahora la tarea de gobernar debe empezar, debe recaer sobre alguien, y ahí yace la dificultad del problema.  Se dice que tanto Serrano como Prim han dormido en Alcázar de San Juan, el gran nudo ferroviario de todas las vías del sur, situado a 92 millas inglesas de  Madrid, (...)”

En otra crónica del diario inglés, esta vez de fecha 21 de agosto de 1883, se habla de un viaje del rey Alfonso XII a Valencia en tren.

Una de las paradas de aquel viaje fue Alcázar de San Juan (hay que recordar que el 5 de abril de 1877, el rey había otorgado el título de ciudad a Alcázar de San Juan) y el cronista afirma que la localidad "está reconocida por ser el lugar de nacimiento del gran novelista español". Posteriormente, hay una alusión a los molinos de viento que no dudo fuesen los de Alcázar.
 

“Con puntualidad militar, el tren especial partió de la estación del Sur a las 7 de la tarde con destino Valencia. El tren estaba compuesto por de dos coches salón, a los cuales iban enganchados un coche cama y otros tres coches más. El Rey va acompañado de 16 personas, incluyendo el Ministro de la Guerra. La recepción dispensada al Rey durante todo el viaje tendrá un recuerdo especial en su vida. La cordialidad y el entusiasmo de la población fueron inequívocos. Todo tipo de personas se han acercado en masa a las estaciones en muchos lugares, con la única satisfacción de ver por un segundo pasar el tren, siendo su "Viva el Rey" inaudible al paso del convoy (...)

Todas las estaciones estaban decoradas y las campanas de las iglesias de ciudades distantes que uno apenas podía escucharlas. Fogatas resplandecían en lugares rocosos en los que los agricultores se habían agolpado para ver el veloz tren y en cada intervalo de pocos kilómetros la adusta imagen de un guardia civil, a pie o a caballo, aparecía en algún punto elevado de la línea con su sable o bayoneta proyectando su contorno brillante. En cada parada estaba la inevitable representación de la localidad, que pronunciaban discursos leales que en muchos casos eran interrumpidos por este tren que portaba al objeto de esta devoción.

A una velocidad que superaba las 30 millas por hora (48,3 km/h), un registro excepcional en este país, atravesamos terrenos cultivados de exuberantes maizales y de viñedos. Paramos en Alcázar de San Juan, lugar al que se le atribuye el nacimiento del gran novelista español. Poco después vemos los famosos molinos de viento que presuntamente inspiraron a Cervantes, pareciendo más intensamente quijotescos a la luz de la luna.”
Resulta curioso leer cómo los cronistas ingleses hablaban de nuestros trenes y sobre todo de nuestra ciudad a la que consideraban sin duda alguna la cuna de Cervantes en el año 1883, con mucha más vehemencia que los propios españoles.

Pero para los alcazareños que no lo sepan, apunto aquí que también pasó por nuestra ciudad el gran escritor de cuentos danés Hans Christian Andersen, autor de cuentos famosos como La sirenita, El soldadito de plomo o El patito feo, quien viajó por España entre los meses de septiembre a diciembre de 1862, dejando las impresiones que le produjo nuestro país en su libro Un viaje por España.

Del capítulo de Córdoba a Alcázar,  entresacamos lo que el escritor danés escribió de nuestra ciudad:
“En la vieja ciudad de Alcázar de San Juan, -que así como algunas otras ciudades españolas, reclama para sí ser el lugar de nacimiento de Cervantes-, es donde se unen los trenes con los de Valencia hacia Madrid. Aquí nos obligaron a esperar un tiempo inmenso el tren principal, que no llegaba antes de la puesta del sol. Mientras tanto, nos sentamos en el triste patio de la estación de ferrocarril a contemplar desde arriba el antiguo pueblo, sus muchas torres de iglesia y sus grandes edificios; tenía un aspecto interesante; aquí podríamos haber pasado la noche, quizá, incluso hacer también una excursión al cercano Toboso, famoso por la Dulcinea de don Quijote; pero nadie nos había nombrado tal pueblo...”

Esta referencia es muchísimo más escueta y nos hace conjeturar que el poco tiempo –seguramente de espera entre un tren y otro- que el escritor pasó en nuestra ciudad, aunque le pareció de aspecto interesante, no fue aprovechado en conocerla mejor y en poder disfrutar por ejemplo de ver la partida de bautismo de Miguel de Cervantes que la ciudad conservaba y que le habría hecho disfrutar como lector del Quijote que era, demostrado a las claras por su conocimiento de la ciudad como una de las que se disputaban ser la cuna del escritor y que exterioriza en su lamento por no haber visitado, la patria de Dulcinea, tan cerca de aquí como se encontraba.

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