El Quijote en un paso: La edición académica de Francisco Rico

Por Jesús Sánchez Sánchez (Sociedad Cervantina de Alcázar de San Juan /Ateneo de Alcázar)

«Quiero abordar la lectura del Quijote pero, aunque parezca extraño, resulta que entre la múltiple oferta de «Quijotes» publicados – y que encontramos en las librerías y en internet – hay bastantes diferencias entre el texto de cada uno ¿Cuál es el mejor texto para iniciarme en la lectura del Quijote?». Este artículo pretende romper una lanza por la recomendación de hacer esa lectura en la muy prestigiada y reconocida internacionalmente edición del académico Francisco Rico.

Tenemos un problema con la lectura del Quijote en nuestros días. En la encuesta del CIS de 2015, el 40,9 % reconoció no haber hecho ninguna lectura del Quijote en ningún momento. El 51,3 % de los encuestados califican la lectura del Quijote como «más bien difícil» y, de estos, el 66,2 % opina que la causa es «por el lenguaje en que está escrito». Cuando al conjunto de los encuestados se preguntó a qué personaje del Quijote conocen, el 87 % mencionó a don Quijote y el 63,4 % a Dulcinea. Cuando a cada uno de estos dos grupos se les preguntó si conocían el nombre real de estos dos personajes, tan solo lo acierta el 16, 6% para el primer caso (Alonso Quijano) y el 9,6 (¡»nueve-coma-seis»!) para el segundo (Aldonza Lorenzo). Estas desoladoras estadísticas tienen una correlación evidente con estos otros datos del CIS de  el 57,5% de los españoles nunca ha acudido a una librería; y el 74,7% tampoco ha pisado una biblioteca.  A la pregunta « ¿cuántos libros ha leído Ud. aproximadamente en los últimos doce meses?», el mayor porcentaje (39,4%) lo consigue la opción «ninguno».
    

Por lamentable que sea, son estos nuestros hábitos generales de lectura y no otros. Y, referido ya al Quijote, el conocimiento de estos datos es básico cuando queremos organizar una estrategia de potenciación de la lectura del texto cervantino. Ya adelanto que parece conveniente, para estimular la lectura del Quijote, el ponérselo fácil y atractivo a ese lector que quiere abordar la aventura de leer el Quijote.

LAS CAUSAS DE LA DIFICULTAD DEL LENGUAJE


El primer Quijote se publicó usando el castellano de 1605. El idioma ha cambiado mucho desde entonces. En aquélla época, al igual que ahora, existían frases, expresiones coloquiales y referencias a cosas que eran cotidianas en la vida urbana, agrícola y social de aquél entonces pero que ahora suenan extrañas e incomprensibles para el lector del siglo XXI. Hoy día en muchos casos no podemos entender esos otros modos de expresarse –y vivir– que eran usuales hace cuatrocientos años. Y eso nos dificulta enormemente sintonizar con el texto y con el sentido del libro. El lector del Quijote de 1605 disfrutaba enormemente y se reía a mansalva con toda la cantidad de ironías, guiños, sobreentendidos y frases hechas que se desgranan a lo largo del texto. También se divertía cuando comparaba las extravagantes acciones de don Quijote con las que sí eran normales en la sociedad de 1605. Mucho de eso se ha perdido para el lector actual. Sobre todo porque el lector común generalmente conoce poco de cómo se vivía, cuáles eran los usos y costumbres y cuáles eran las pautas de comportamiento en 1605.


  

Una lectura actual del Quijote en una edición que en la que no se nos facilite el material (notas, comentarios, explicaciones…) necesario para entender estas diferencias no es que sea pobre –en el sentido de haber perdido gran parte del sentido con que se escribió– sino que es fuente de confusiones, malentendidos y de interpretaciones unas veces directamente esotéricas y otras veces «presentistas» es decir, de quienes leen el Quijote como si hubiera sido escrito bajo las circunstancias y los modos de vivir del presente. Pese a ello, los lectores del siglo XXI seguimos teniendo una enorme posibilidad de disfrute: todavía compartimos un inmenso volumen del léxico con el español que se escribía en 1605. Eso sí: también nos falta esa muy importante cantidad de palabras y expresiones que han desaparecido de la cotidianeidad de nuestro idioma.


    Y aunque cualquier persona puede leer el Quijote como le plazca –faltaría más–, lo recomendable parece ser que desde la tribuna pública le enviemos una información que pueda facilitarle la tarea lo más posible. Porque dentro de las imaginaciones poco probables está la de suponer un lector medio del Quijote que, pertrechado de diccionarios del español clásico (desde el muy conocido de Sebastián de Covarrubias de 1611 hasta toda la saga de los históricos de la Real Academia) vaya pacientemente y frase por frase y palabra por palabra consultando las acepciones de aquéllas que le resultan extrañas o incomprensibles. Benemérita y encomiable actitud y actividad ésta, pero poco imaginable que sea practicada por un lector medio. Esto no es leer una obra para su disfrute; esto es analizar, investigar, desentrañar y estudiar una obra. Tarea más bien propia de filólogos. Pensamos que esta labor se la deberían dar resuelta a los lectores actuales del Quijote, siempre que ellos no quieran hacerla por sí mismos.

POSIBLES ESTRATEGIAS PARA FACILITAR LA TAREA AL LECTOR ACTUAL


¿Entonces qué hacer con un texto de 1605? Se plantearían dos opciones: 1. Primera opción: Traducir el texto de 1605 al español actual, lo cual quiere decir cambiar palabras y expresiones, es decir, renovar y transformar el texto de Cervantes. Son los Quijotes «adaptados». 2. Segunda opción: No traducir el texto de 1605 al español actual, sino explicar (con notas a pie de página) esas acepciones, significados y usos idiomáticos de entonces para que sean entendidos por los lectores de hoy.


    En el primer caso, se arrostran grandes riesgos: «Traduttore, traditore!», dicen los italianos, ya que cambiando las palabras y los giros se da una irremediable pérdida de matices, juegos de palabras y expresiones, muchas de ellas irónicas, de las que está plagado el texto original. Ni que decir tiene que la subjetividad del «traductor» cuyo sesgo personal impregnaría ese nuevo texto, haciendo que lo que leamos sea su particular transformación del texto original de Cervantes. Por ello hay distintos resultados según los distintos adaptadores.


    La segunda opción es, a nuestro juicio, la más recomendable. El académico Francisco Rico es el responsable de una magnífica edición del Quijote. Junto a un texto cuidadosamente revisado con criterio filológico, aparecen en notas a pie de página cuantas explicaciones son necesarias para la inteligibilidad del texto original. De modo que podemos leer directamente a Cervantes, en vez de leer al traductor o adaptador y, al mismo tiempo, tener a la vista en la misma página el significado de todo lo que no entendemos. La lectura ha de ser necesariamente pausada por la consulta de estas notas a pie de página, pero tiene dos ventajas: Por un lado, el disfrute del texto está asegurado. Ya que, no olvidemos que, pese a la idea dominante que nos han contado, el Quijote es un libro para disfrutar de sus juegos de lenguaje. La segunda ventaja es que evitamos el efecto desolador de ir avanzando por el texto dejando atrás un reguero de palabras que no entendemos y expresiones que hoy ni de lejos sabemos qué significan. Aquí radica gran parte del desánimo que nos lleva a dejar una lectura que, aún iniciada animosamente, pronto la vemos a menudo incomprensible y, por ello, tediosa. No hace falta decir que, además, lo que no entendemos no nos divierte.


  

 Para quienes opten por esta vía y les guste el tacto del papel mientras leen, existen varias ediciones de este Quijote de Francisco Rico que se encuentran fácilmente en las librerías. Este Quijote fue patrocinado desde 1998 por el Instituto Cervantes y fue puesto al día en 2004 (Barcelona, Galaxia Gutenberg, Círculo de Lectores-Centro para la Edición de los Clásicos Españoles): Su presentación supuso el gran acontecimiento de los actos del 400º aniversario de la primera edición del Quijote. Finalmente, en 2015, fue editado también en la Biblioteca Clásica de la Real Academia Española. Para quienes les apetezca la lectura digital, ese mismo texto está disponible en https://cvc.cervantes.es/literatura/clasicos/quijote/.

LA TRIPLE LECTURA DEL QUIJOTE Y LA AUDICIÓN


Con los criterios arriba expuestos y teniendo también en mente aquellas estadísticas del CIS, sobre el perfil lector del pueblo español, tenemos que disentir de una propuesta recientemente publicada en prensa por una parte de la propia Sociedad Cervantina del abajo firmante, los cuales sostienen que la solución para, como dicen, «alcanzar a leer el Quijote» es «un camino de cuatro sencillos pasos». Sin embargo, pensamos que un camino que, como veremos, implica leer o escuchar no una sino tres versiones distintas del Quijote parece poco realista dado el perfil del lector descrito por el CIS y las dificultades idiomáticas descritas. La propuesta se compone de estos «cuatro pasos a seguir»: El primer paso consiste en escuchar el audiolibro basado en un texto adaptado que se titula: «El ingenioso Hidalgo de la Mancha». El segundo paso sería la visualización en Instagram de 288 azulejos de tema quijotesco que llevan adjunto un fragmento del correspondiente texto cervantino. Superados estos pasos, el tercero se cumplimenta con la lectura de otro texto adaptado del Quijote distinto del primero y titulado: «Las aventuras de don Quijote de la Mancha nunca así contadas». Tras ello, el cuarto y último paso es la lectura del «Quijote en su versión completa». En resumen, se trata de que cuando abordamos la lectura del texto cervantino sin adaptar, con anterioridad habríamos de haber leído u oído otros dos textos adaptados o «traducidos». Este hecho de tener tres textos distintos implica que, para un episodio determinado –para cualquier episodio– habría que haberlo leído u oído en tres versiones distintas: los dos que provienen de dos «Quijotes» adaptados y el tercero que es ya el texto cervantino. Dejando aparte el muy previsible resultado de mezclar tres textos diferentes para formarse la representación en nuestra mente de una misma aventura o episodio, nos parece una ardua tarea que más bien parece abocada al desasosiego y la desesperanza del lector y su pronto desistimiento de ese fatigoso itinerario lector. Por lo demás, ninguno de los textos de estos pasos, cuenta con anotaciones explicativas: es decir, no se soluciona el problema de oír y leer cosas que no entendemos y sobre las que no se dan explicaciones. Por ello, y en definitiva, nosotros proponemos, para lectores que se plantean abordar la lectura del Quijote, hacerlo con un solo texto académico y beneficiado por innumerables notas explicativas fruto de la colaboración de un importante plantel de expertos. Proponemos un itinerario de un solo paso: el Quijote de Francisco Rico, que es también el del Instituto Cervantes y el de la Real Academia Española.

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