ENCUENTROS CON NUESTROS MAYORES

Mariano Velasco Lizcano, un escritor comprometido empeñado en difundir el conocimiento histórico de La Mancha

Por Antonio Leal Jiménez

(Reseña escrita por el propio autor)

Vine al mundo en Alcázar de San Juan, el año en que los soviéticos acabaron con el alzamiento popular en Hungría, y en el mes en que se inauguraron los Juegos Olímpicos de Melbourne, los primeros de la historia que se celebraban en el hemisferio sur. Sin duda, en este lugar de la Mancha, en vez del calor que reinaría allí, haría mucho más frío y quizá lloviera y tronara para hacer honor a Santa Bárbara, patrona que se corresponde con el día que nací. La verdad, no fue un mal año.


Pero, desde luego, debieron de pasar muchas lluvias y muchos fríos hasta que sintiera esa llamada que me permitió escribir algo razonable por primera vez. Porque, la verdad, en aquel entonces, lo que yo quería era escribir novelas y cuentos, y en el intento, lo que son las cosas, varios de ellos merecieron el reconocimiento de algún galardón. Y así paso el tiempo, hasta que un buen día desperté al estudio y al conocimiento social y ecológico de mi tierra, lo que durante muchos años me llevó directo hasta el mundo de la investigación. Como correlato llegó, aunque tardíamente, la Universidad, la licenciatura, y la tesis doctoral que alcanzó el primer premio de investigación a tesis doctorales del Consejo Económico y Social de Castilla La Mancha, año 2002.
Las cosas siguieron así, escribiendo diariamente, a todas horas y en todos los huecos que me permitían mis haceres. De modo que al final, mi obra ha ido creciendo, y mi deseo se ha ido colmando. Porque a pesar de todos los pesares, en realidad, lo único que yo quería y sigo queriendo, es escribir. Y esto es algo que he logrado ampliamente.


Y de este modo hemos llegado hasta hoy ¡Aquí estamos! Sabiéndome un hombre dolido y precario, un hombre que lleva heridas en su interior desde el principio mismo. Quizá por eso estoy pasando toda mi vida adulta vertiendo palabras como sangre en el papel. Porque ya no encuentro otras recompensas. Así que escribo porque estas letras me sirven como muletas para mantenerme erguido y poder moverme por el mundo. Y ahora, cuando ya me aproximo a esa etapa en la que veré peor, oiré con más dificultad, seré más torpe y olvidadizo; ahora es cuando cobra todo su sentido esta pasión de escribir. Por lo menos, así es en lo más profundo de mi corazón.
Actualmente desarrollo una intensa actividad como escritor, en un intento de divulgar temas relacionados con la problemática histórica, ecológica y social de la Mancha; esto es; intento profundizar en su conocimiento más allá del Quijote, esa auténtica maravilla que nos regaló Cervantes. Para ello he conseguido realizar más de una treintena de publicaciones en diversos géneros (ensayo, novela, narrativa breve), además de colaborar en libros colectivos y en prensa con varios centenares de artículos. Con especial cariño recuerdo mis colaboraciones semanales en Diario 16, y las más puntuales en las revistas, Querqus y AEMS; en ambos casos por ser ediciones de tirada nacional. (Fuente: https://www.momentosparadiscrepar.es/p/el-autor.html)

PREGUNTA: Me gustaría que iniciáramos nuestro “Encuentro”, con una introspección encontrada en tu libro “Momentos para el diálogo (i), “Reflexiones para aquellos a los que no les sirve la autoayuda”. Trataremos de iniciarnos en la búsqueda de la filosofía del pensamiento para “mejor vivir”. El filósofo mexicano Antonio Caso escribió que “no podemos vivir sin saber cómo es bueno vivir”. ¿Implica ello la duda de ser un síntoma de inteligencia? El decir con humildad: “no lo sé” ¿Nos libera de tener que dar una respuesta correcta para cada nueva situación que hemos de enfrentarnos? ¿La arrogancia humana es la que nos lleva a creer que tenemos respuestas para todo?

RESPUESTA. Ya en la breve reseña introductoria me he definido como hombre dolido y precario; o lo que es lo mismo, hombre que no ha sabido vivir con alegría y/o felicidad. Por tanto, mi intensa y tardía búsqueda sobre formas de “vivir mejor” surgió de una auténtica necesidad. Y debo decir que después de centenares de lecturas de autoayuda y crecimiento personal, llegué a la conclusión de que había mucho marketing e interés económico tras estas publicaciones, y muy poco sustrato filosófico y espiritual. De modo que volví los ojos hacia la filosofía clásica, redescubriendo a los estoicos, y sobre todo, las corrientes del estoicismo moderno actual: formas elementales y sencillas para aprender y/o intentar vivir una vida mejor.


¿Buscar cambiar formas de vida para ser feliz, o vivir mejor, es síntoma de inteligencia? No necesariamente, si nos ceñimos a su significado esencial en el sentido de tener grandes niveles de entendimiento, capacidad de comprensión, cultura o saber. Aunque, efectivamente, los que poseen esa inteligencia suelen viven mejor. Pero para la mayor parte de las personas, adoptar éste tipo de búsqueda solo supone “inteligencia pragmática”. Me explico: entiendo que solo hay dos formas de ver la vida: de modo positivo y con optimismo, o de modo negativo y pesimista. Y todos los seres humanos nos situamos en una u otra posición: sin excepciones.


De modo que es “inteligencia pragmática” saber cambiar la visión negativa de la vida, por aquella otra que nos ayuda, a nosotros y a los que nos rodean, a vivir mejor.


¿Es arrogante pensar que tenemos respuesta para todo? Creo que es ignorancia, simplemente. Y cuando va acompañada de arrogancia, es mera estupidez. Decir “no lo sé” implica sinceridad con uno mismo, y humidad para con los demás. Pero permanecer en la ignorancia a sabiendas, significa dejación y degradación del potencial humano, por tanto, otra sublime forma de estupidez. Qué despreciable esa frase tópica: “Es que yo soy así, y no voy a cambiar”. Pues peor para quien se escuda tras ella y se defiende así.


P. Sueles afirmar que “necesitas compartir, discrepar, sentir que hay otra gente que siente que la vida es dinámica, que lo establecido no puede permanecer inmutable, que hay cosas que deben cambiar”. ¿Por qué crees que es importante hablar directamente de los temas que a veces pueden resultar incómodos? ¿Es necesario el diálogo para construir entendimiento? ¿Por qué nos resulta tan difícil vivir sin respuestas?
R. Plantear las cosas que pueden resultar incómodas es la única forma que nos permite cuestionarlas; encontrar fallos y coincidencias, para luego ponernos manos a la obra y avanzar de mutuo acuerdo. Y, ciertamente, considero que el modo adecuado de hacerlo es a través del diálogo, que no de la discusión. Porque en las discusiones pocas veces se busca la verdad, sino tan solo obtener la apariencia de ganar, de aparentar que hemos “triunfado” en la susodicha discusión.


Y, para qué sirve eso; ¿para qué sirve quedar con la convicción de haber soltado “cuatro verdades” si lo único que conseguimos con ello es irritar al oponente sin conseguir hacerle cambiar de opinión? Pero es que, además, aunque alguna vez alcancemos el “triunfo”, éste siempre será un triunfo vacío, porque jamás ganaremos la voluntad del contrincante.


De modo que, ante los disensos, diálogo; y saber escuchar absteniéndonos de hablar. Hay que dejar a los otros que expongan sus planteamientos o convicciones, e intentar durante esa escucha encontrar aquellos puntos de vista en los que podamos estar de acuerdo, e incluso aceptar los enfoques erróneos de nuestros planteamientos. Quizá de este modo podamos encontrar todas aquellas respuestas que necesitamos para vivir.


P. El señor de las moscas es la primera y más célebre novela de William Golding publicada en 1954. El título alude a la maldad humana, representada por Belcebú. ¿Crees que el ser humano es bueno o malo por naturaleza? Bajo la concepción de Hobbes, la sociedad no solo no es un elemento de represión, sino que se transforma en el elemento fundamental de nuestra libertad. Para Freud el hombre sería un ser instintivo, que solo puede ser civilizado bajo el efecto opresor de la sociedad. ¿Cuál es tu posición al respecto?
R. De la teorización filosófica sobre la bondad o maldad del hombre por naturaleza, han surgido las dos grandes líneas del pensamiento político que aún se mantienen en la actualidad. Tomas Hobbes, mantenía que el hombre es egoísta, ruin, violento, en estado de naturaleza, y por ello se enfrenta con los otros hombres: “El hombre es un lobo para el hombre”. Por tanto, al vivir en sociedad, debe renunciar a sus derechos para salvaguardar la paz, entregándolos a un Leviatán, llámese monarca absoluto, tirano o dictador, que los ejercerá de forma absoluta. Este pensamiento está en el origen y desarrollo de todos los totalitarismos del mundo.


John Locke, parte de la premisa contraria: que el hombre es bueno por naturaleza. Los hombres crean la sociedad para garantizar mejor los derechos de todos. Por tanto, los ciudadanos no han de ceder todos sus derechos al gobernante, sino conservar la parte esencial de los mismos en su poder. El modo de garantizarlo será impedir que el poder se concentre en las mismas manos. En este ideario está el origen de la división de poderes de los regímenes democráticos.


Yo no sé si el ser humano es bueno o malo por naturaleza. Lo que sí creo, siguiendo a Aristóteles, es que es social por naturaleza. Por tanto, para convivir, tendremos que limitar nuestros derechos individuales en beneficio del todo social.


De modo que, si hay que ceder o delegar parte de nuestros derechos esenciales, prefiero que sea de forma limitada. Esto es, me considero demócrata por deducción y convicción.


P. Aunque Cervantes no era filósofo, expresa artísticamente una profunda y peculiar visión del hombre. ¿Cuál es el sentido de la vida, y cuál es el sentido de la muerte del caballero manchego? ¿Puede ser considerado el quijotismo como una actitud vital manchega? ¿Cabe hablar de El Quijote como portador de valores?
R. No soy estudioso cervantista, ni hombre versado en su obra universal. Así que, responder a esta pregunta me va a suponer una gran dificultad, ya que se trata de entrar en un terreno resbaladizo que no domino en profundidad.


Supongo que no descubro nada nuevo al confirmar la parte más idealista y utópica del caballero manchego —un idealismo incurso en la locura—, frente al pragmatismo burlón y pícaro de su escudero.


Yo, personalmente, creo que el manchego siempre ha sido más Sancho que Quijote, por pura necesidad. El idealismo y los valores están situados en ese estado superior que implica la total satisfacción de las necesidades básicas. Algo que en la Mancha solo se consiguió tardíamente y, aun, en el momento actual, con amplias bolsas de precariedad. De modo que, si hoy cabría considerar a don Quijote como portador de valores, en su momento de publicación tan solo sería portador de utopías. Aunque ésta no es una conclusión profundamente meditada, insisto. Lo impide mi falta de preparación cervantista.


P. La pandemia ha reflejado lo mejor y lo peor del ser humano, desde la solidaridad hasta el egoísmo. ¿Qué análisis haces del corazón de nuestra sociedad puesto al descubierto durante este tiempo? y teniendo en cuenta nuestro arraigado individualismo, ¿Estábamos preparados como sociedad para algo así? ¿Qué grandes retos sociales piensas que vamos a tener que afrontar?
R. Recuro a algunas reflexiones que realicé y escribí durante los tiempos del confinamiento:
“Me gustaría poder hacer algo más de lo que hago: ayudar como todos esos anónimos seres que cada día acuden a sus puestos, sin alharacas ni aspavientos, sin entonar proclamas ni banderas, para cumplir con su obligación cívica y humana, protegiéndonos aún a costa del peligro personal añadido que conlleva su profesión ¡Eso es patriotismo, y no tanto bufón de tertulia, pose y banderas! —Me digo—; gentes de contratos precarios, de camión, o cubo y “chacha”, de contratos parciales y despidos objetivos, que ahora alzan la cabeza con orgullo y dignidad, sin cuestionarse ni un solo segundo cuál es su obligación. Y realizan jornadas interminables, con horarios intempestivos y sueldos miserables, para abastecernos, para limpiar y desinfectar los detritos que los demás no queremos. Sí, esos que, por no llevar banderas en sus relojes y muñequeras, no se merecen jubilaciones dignas, ni vivir tantos años, ni tan bien, según opinan esos “patriotas” del lujo y el poder que tanto claman por España, en lugar de por los españoles.


Y me importa un bledo exponer lo que siento, aún a sabiendas del mucho rechazo que en determinados ámbitos generarán estas emociones y sentimientos. Pero resulta que son mi mensaje, mi mejor sonrisa para todos aquellos que sufren, trabajan y se exponen en silencio.


Necesito ayudar, compartir algo con los demás, aunque solo sea mi propia lucha diaria contra la ansiedad y el miedo; y, sobre todo, cuidar el lenguaje, cuidar las palabras, evitar la negatividad en ellas; un lenguaje positivo nos hace más abiertos, nos capacita para encontrar futuro, nos da esperanzas. Y eso es lo que necesitamos en estos momentos.


No estábamos preparados para algo así, desde luego, pero, si algo tuvo de positivo el momento, fue convertir en héroes a tanto personaje anónimo que cada día hacen “patria” a base de su trabajo y sufrimiento.


P. ¿Cuánto sabemos realmente sobre la incidencia de la soledad en el ser humano a lo largo de su vida? ¿Es posible sentirse solo teniendo una gran cantidad de conocidos? ¿Cuándo la soledad se busca por elección, puede resultar terapéutica?
R. Es una evidencia científica constatada que la soledad es el sentimiento que más se opone a la felicidad; y en el momento actual afecta a todos los estratos sociales y a todas las edades. Por tanto, generar condiciones para conectar con los demás, y abrir puertas o ideas para romper esa soledad, es una tarea básica de ayuda a la sociedad.


Hay que partir de la base de que es imposible no ser infeliz en alguna ocasión; esto es lógico y natural. Pero ser infeliz constantemente, esto es una patología a la que conviene poner remedio desde todos los ángulos. Y todo aquel que vive en soledad, vive infeliz cada momento de su vida.


Por eso deberíamos aprovechar esas nuevas formas de vida social a las que nos condujo la pandemia; muy en especial, la del reencuentro de padres e hijos gracias al confinamiento.


Pero hay también otros condicionantes que se pueden potenciar, porque ellos pueden influir en la cuestión de paliar la soledad. Por ejemplo —informa el Instituto Sueco de Estudios sobre la Felicidad—, está demostrado que, a mayor nivel educativo y cultural, menor soledad.


Por lo tanto, hay que tratar de facilitar o aportar medios capaces de ayudar a las personas a enriquecer sus habilidades y conocimientos. Los estoicos decían que había que esforzarse en el cultivo del conocimiento, porque éste es alimento y salud para el alma. Marco Aurelio pensaba que no se podía ser feliz sin el cultivo de la sabiduría. Y la sabiduría no consiste en la acumulación de saberes, ni en las palabras que dices y hablas, sino en los hechos ¡Los hechos! El hecho de actuar para posibilitar ese conocimiento que disminuye la soledad, tanto propia como ajena.


Somos sociales por naturaleza, aunque parece que nos habíamos olvidado de ello. Sin embargo, el confinamiento nos animó a compartir. Las nuevas tecnologías hacen posible cualquier tipo de relación: se crearon grupos, se organizaron todo tipo de actividades espontáneas, nos volvimos a comunicar mucho más con familiares y amigos; de alguna manera fuimos capaces de romper la espiral de la individualidad. Nos dimos cuenta que se necesita poco para vivir, y que podemos compartir ayuda y solidaridad con los demás. Tenemos un difícil camino que recorrer, nos guste o no. Pero algún día tendrá un final si lo andamos unidos. De lo contrario, si obviamos nuestra vida en común, sembrando discordia, odio y separación, el camino no tendrá final. Y la soledad más infinita nos envolverá llenándonos de infelicidad.


P. Hay momentos de la vida en los que la tristeza es inevitable. Otras veces, en cambio, podríamos dejarla de lado, pero no lo logramos porque no sabemos cómo o por qué sin querer la alimentamos. ¿Qué preguntas sueles formularte cuando estás triste? ¿Qué resultados sueles obtener?
R. No todos los días amanecen iguales. Unos son grises, mientras en otros luce el sol. Lo mismo nos ocurre a las personas; unos días despertamos alegres y optimistas, y otros, apagados y tristes ¡No pasa nada; es lo normal! —pensamos de forma lógica y racional—. Pero no es así; los días tristes son una lacra que nos restan actividad vital; por tanto, vida, y buena forma de vivirla.


La tristeza es un sentimiento que se ha sublimado en muchas ocasiones. Se la ha adornado como complemento inseparable de la sabiduría, la virtud y la consciencia; evidentemente, porque quienes han pregonado este aserto han sido gente triste por naturaleza.


Montaigne decía: “Necio ornamento es la tristeza; pues constituye una cualidad loca, cobarde y dañina para el ser humano”. Los sabios estoicos la prohibían a sus seguidores, porque, para ellos, cuando la aflicción y la desgracia son extremos, se aturden cuerpo y alma hasta el extremo de paralizar los actos. De modo qué, solo después, transcurrido el adecuado tiempo, uno podrá desahogarse con lágrimas y lamentos: “Leves las penas se expresan; grandes, se callan” —decía Séneca—. Por tanto, esas tristezas que se pueden mostrar y digerir según los
días, son mediocres, cobardes y egoístas ¿Cómo podemos sentirnos tristes según amanece el día, cuando a nuestro alrededor cunde la mayor desolación?


El COVID-19, y las medidas de confinamiento, deberían haber supuesto, para todos aquellos que no hemos sufrido la desgracia de su violencia extrema, una auténtica lección de humildad que debería instalarnos en el agradecimiento diario, que no en la tristeza; y después, en la responsabilidad que posibilite la confianza de saber que el otro hará lo que tienen que hacer, porque nosotros lo hacemos y confiamos en que lo hagan los demás.


Somos muy vulnerables; eso lo hemos descubierto. Pero también hemos redescubierto a nuestros vecinos; nos hemos redescubierto solidarios, y se han abierto puertas y ventanas que apuntan a la reconciliación, a la empatía, al altruismo. Hemos redescubierto que somos humanos, sociales, que es posible una sociedad pluralista y solidaria. Se han multiplicado las posibilidades de transmitir y enseñar los tradicionales valores gracias al encuentro familiar producido en nuestros hogares.


En estos momentos constituye una auténtica obligación personal el saber estar agradecidos con nuestra propia vida ¿Para qué necesitamos compararnos con los demás? Nos ha de bastar todo lo que hemos adelantado, lo largo que es el camino que hemos recorrido. Y luego compartir ese agradecimiento.


Soy de los que creo en el destino. Pero también pienso, que sea éste cual sea; los principios, las convicciones y los hechos, deben protegernos; ayudarnos, en suma, a llegar donde debemos llegar. Así que, si hoy estás triste, eleva tu pensamiento; recuerda todo lo bueno que tienes y persigue aquello que te has propuesto alcanzar, aunque no puedas. Porque el disfrute y la felicidad están en el camino, en la espera, y no en su alcance, que siempre supone decepción. Sin duda eres afortunado cuando amaneces cada día ¡Aprovéchalo! No te permitas esa tristeza egoísta y dañina, porque te impedirá lo que ahora es esencial; ser solidario para ayudar y apoyar a la comunidad.


P. ¿Qué significado tiene ser feliz? ¿Por dónde comienza uno a ser feliz y qué debería ser prioritario para serlo con uno mismo?
R. Los estoicos practicaban una estrategia de eliminación en la búsqueda de la alegría y la felicidad. En lugar de preguntarse, ¿qué debemos hacer para ser felices?, la pregunta que se hacían era, ¿qué debemos eliminar de la vida para ser gozosos?


Para ellos, la alegría era la condición natural del vivir, y devendría del mero hecho de estar vivos y sanos. Pero eran conscientes de las muchas cosas que podían perturbarnos; la mayoría psicológicas.


La respuesta a estas perturbaciones la encontraban en el hecho de comprender que algunas cosas en el mundo dependen de nosotros. Otras, no. Depende de nosotros lo que genera nuestra mente: odio, aversión, pasiones, etc. Lo que no genera nuestra mente no depende de nosotros: salud, riqueza, honores…


Saber eliminar las cargas que generan los excesos (consumir más, querer más); los temores (desgracia, enfermedad, muerte) y las injusticias; o bien conseguir autocontrolarlas sabiéndolas gestionar, es camino seguro hacia la alegría y felicidad.


P. El vivir diario requiere pensar. Y cuando pienso vivo. ¿El pasar del “tengo unos pensamientos raros” al “pienso por mí mismo” nos puede proporcionar la felicidad? ¿Cómo podemos utilizar los ideales de los grandes filósofos de la escuela estoicista para mejorarnos a nosotros mismos?
R. Cuando alguien desea acercarse al estoicismo de forma inicial, los primeros postulados que debería plantearse podrían ser:
• Debo entender la diferencia entre lo que puedo y no puedo controlar, y centrarme en lo que puedo controlar.
• Tengo que comprender que no son los hechos o las cosas, las que me afectan, sino la interpretación que hago sobre ellas.
• He de mantener una conducta ética y llevar una vida feliz; porque eso es algo a mi alcance si trabajo en el desarrollo de mi propio carácter.
• Puedo trabajar para cambiar mi estado natural, egocentrista, al de la racionalidad y la virtud.


Esto es; el estoicismo nos pide que no nos engañemos sobre lo que realmente podemos y no podemos controlar. En demasiadas ocasiones somos excesivamente optimistas sobre el control que podemos ejercer sobre lo que nos sucede. Este exceso de optimismo suele llevarnos a la frustración o a la decepción.


Exactamente igual, el estoicismo trata de afrontar esas situaciones que nos llegan a parecer insoportables ¿Te encuentras como atrapado? ¿Te parecen todos los días iguales? ¿Piensas que nada de lo que puedas decir o hacer importa? ¿Esto te resulta terrible? ¿Te parece una maldición?


Pues lo más probable es que ni sea terrible, ni sea tal maldición. Lo que sí es seguro es que ello es solo nuestra propia impresión, y que depende de cómo se miren las cosas para que cambien de color.


Porque ¿Acaso tenemos que elegir entre tener una vida feliz; o ser una buena persona? Los estoicos piensan que no, que se pueden lograr ambas cosas. La clave, centrarse en el carácter para lograr sabiduría.


¿Qué es lo que más importa en la vida y cómo puedes lograrlo? Hay que lograr el coraje para hacer lo correcto incluso en las situaciones más difíciles; y sobre todo cuando nos sentimos tentados a no hacerlo, o hacer lo contrario; y saber vivir con justicia; esto es, con bondad, con equidad y compasión. Los bienes externos, como la salud, la fama, la riqueza, no están bajo nuestro control. No hay que despreciarlos si llegan; pero tampoco frustrarnos si no.


P. El escritor suizo Johann Caspar Lavater, escribió la frase “Cuando el orgullo comienza, el amor acaba” ¿Consideras que la humildad es estar orgulloso de uno mismo y mantenerlo en secreto? ¿Deberíamos pararnos a pensar si quizá, nos estamos pudiendo equivocar en algunas situaciones? ¿Cuál ha de ser nuestro objetivo vital, tener la razón o ser felices?
R. Decía Goethe que "lo peor que puede ocurrirle a un hombre es llegar a pensar mal de sí mismo”. Lo que nos lleva a preguntar ¿Qué es lo que puede llevar a pensar mal a un ser humano sobre sí mismo?


La respuesta habría que buscarla en determinadas preguntas que uno debería hacerse ¿Me siento inteligente y hábil? ¿Me siento digno de consideración y aprecio? ¿Tengo seguridad y confianza de ser capaz de concluir las tareas y alcanzar los sueños que me he propuesto? ¿Me encuentro a gusto con mi físico? ¿Me acepto?


En realidad, cuando hablamos del aprecio sincero de uno por sí mismo, estamos hablando de nuestra propia autovaloración, de la visión global que cada sujeto posee de sí mismo. Visión que estará condicionada por la valoración que han hecho de nosotros las personas más decisivas e importantes de nuestra propia vida.


Yo nunca he sentido un gran aprecio por mí mismo —lo que no significa humildad, precisamente—. Siempre me ha faltado seguridad y confianza para alcanzar las cosas.


Creo firmemente que para autoapreciarnos sinceramente sólo disponemos de una estrategia real: la de ser capaces de apreciar a nuestros semejantes con toda sinceridad. Algo muy difícil de lograr.


Tenemos una tendencia innata a juzgar a los demás —a juzgar mal, claro está—, pero pocas, muy pocas veces somos capaces de ponernos en su lugar. Porque si lo hiciéramos comprobaríamos que en la mayoría de las ocasiones nosotros actuaríamos igual que ellos. En cambio, qué pocas veces somos capaces de expresarles un juicio bueno o favorable. Eso sería humildad.


¿Tener razón o ser feliz? Quién tiene la razón; la razón suele ser algo totalmente subjetivo. Ser feliz, en cambio, es algo objetivo, el propósito absoluto de todas las filosofías que en el mundo han sido y serán.


P. La lectura de la Ética de la virtud de Platón, nos ayuda a entender mejor cómo vivir la vida, mejorar el carácter, o convertirnos en mejores seres humanos. En la Ética a Nicómaco, Aristóteles piensa que para vivir una vida que tenga sentido uno tiene que trabajar no sólo en su carácter, virtudes, etc., sino que también tienes que tener dinero, buena salud, e incluso buena suerte. ¿Una ética de la virtud tendría que conducirnos necesariamente al relativismo moral? ¿Hay que preocuparse más de las reglas que tenemos que seguir para obrar bien, o mejor se han de definir los rasgos del carácter que deberíamos adoptar para ser moralmente buenos?
R. El relativismo moral fue la creación por antonomasia de los sofistas. Para ellos todas las opiniones morales o éticas tenían el mismo valor y peso, con independencia de quién, cómo y cuándo, la expresaran. Esto es; el mismo valor tendrían las ideas de Hitler o Stalin, que las de Teresa de Calcuta o Gandhi: un pensamiento inmoral e indecente, según mi opinión.


Yo soy seguidor de las ideas del estoicismo moderno. De hecho, dedique uno de mis ensayos: “Momentos para el diálogo (III). Estoicismo moderno para la vida actual” a desarrollar algunas ideas de este tipo de pensamiento en su aplicación al mundo moderno. Por tanto, creo en las actitudes y los rasgos que puede adoptar una persona como premisa básica para obrar bien, además de alcanzar una vida feliz.


Las normas o reglas son imperativos para vivir en sociedad. Y es la propia sociedad, a través de las leyes, quien las regula y sanciona su transgresión.


Las actitudes son personales; podemos elegir cómo queremos ser y actuar; y lo que es mejor, podemos cambiar si vemos que algo va mal. Definitivamente, cultivo de la personalidad y el carácter como alimento de elevación moral.


P. El escribir forma parte de tu vida de una manera muy íntima, ¿Vives la soledad del escritor? ¿Cuál es la técnica narrativa que más dificultades te crea o la que crees que necesita más trabajo?: ¿La creación de personajes verosímiles? ¿La estructura, el diálogo quizá? ¿Necesitas compartir lo que escribes con alguien?
R. Escribo porque me encanta escribir; pero sobre todo escribo porque tengo necesidad de expresar todo aquello que siento; también lo que aprendí. De modo que, sí; escribir forma parte de mi vida de una manera íntima e inseparable, hasta el punto de considerar imposible pasar ni un solo día sin emborronar algo de papel.


La literatura es la savia de mi vida, por tanto, nunca me provoca sensación de soledad; todo lo contrario, me acompaña, me forma, me guía, me permite expresar lo que no sería capaz de hacer de otra forma. En resumidas cuentas, es una de mis alegrías de vivir.


Pero no ha sido un camino fácil. Muchos años de aprendizaje; lecturas, talleres literarios, y sobre todo de búsqueda de estilo siguiendo y escudriñando a los grandes maestros. Por eso he escrito en muy diversos géneros, exceptuando el teatro y la poesía. También he sufrido muchas decepciones y durante mucho tiempo. Hasta que un día, sin saber bien cómo, descubres que manejas las técnicas, que sabes crear tramas, personajes, diálogos…


Tan solo el día en que fui consciente de ello, me atreví con el reto de escribir novela.


P. ¿Cuál es la línea divisoria entre literatura y entretenimiento? ¿La trasformación cultural y social a causa de las nuevas tecnologías representa un reto para un escritor? ¿Te parecería legítimo hablar de valores artísticos frente a motivaciones económicas?
R. Las nuevas tecnologías nos han permitido estar más informados que nunca, pero sabemos menos; disponemos de más datos, pero somos menos críticos; estamos más conectados, pero también más solos. Hoy se lleva lo que se denomina “percepción serial”, captación sucesiva de lo nuevo; se pasa de una información a la siguiente, de una vivencia a la siguiente, de una sensación a la siguiente, sin finalizar jamás nada. De hecho, las series televisivas gustan tanto porque responden al hábito de la percepción serial.


Sin embargo, la tradicional percepción simbólica, va más allá de las formas y penetra en el contenido. Implica reflexionar, buscar significados, elaborar un pensamiento. En cambio, lo que se puede denominar como “atención plana” no permite que las cosas y los fenómenos se asienten. No permite la reflexión ni la emoción. Implica ir de flor en flor. Acapara demasiado, pero no profundiza en nada. Se trata de abarcar más, en lugar de concentrarse en comprender mejor. Genera insatisfacción vital. El reposo y el silencio no tienen cabida en la red digital estructurada a la atención plana. No sobresale nada. Nada se ahonda. No es intensiva, sino extensiva.


Sin silencio y quietud no hay reflexión. Lo que nos lleva a vivir de manera irreflexiva, consumiendo ingentes cantidades de información que no nos aportan nada relevante. Y esto lo han entendido perfectamente las grandes editoriales: literatura fácil extensiva capaz de crear ficciones, la sensación de abarcar más sin tener que hacer el esfuerzo de ahondar, de pensar, de formar juicio crítico.


En definitiva, un reflejo explícito de la actual sociedad, tan inculta en su soberbia de acaparar información, y tan fácil de manejar. Así que la literatura de entretenimiento parece haber ganado el tirón; priman los libros de centenares y centenares de páginas, porque así lo requiere el nuevo mercado de la “percepción serial”; sin necesidad de ahondar, de percibir valores, de nada que no sea un mero pasar el tiempo sin buscar nada más.


P. El doctor Santos Juliá, te recomendó “piensa los hechos políticamente, pero no elabores ninguna utopía”. Tu obra “El Hoplita” ¿Es un análisis desde una perspectiva ideológica? ¿Cómo toman los personajes su propia vida, en contra del pensamiento inicial del autor?
R. Efectivamente, tuve la enorme suerte de que aceptara dirigir mi tesis el ya malogrado doctor, Santos Juliá, uno de los mejores historiadores que ha conocido este país desde los tiempos democráticos de la Transición. Él fue quien me enseñó a investigar la historia pensándola políticamente, que no ideológicamente. Lo que implica querer conocerla desde todos los ángulos y perspectivas posibles, evitando escorar hacia el punto de vista único que impondría una ideología particular. De modo que, El hoplita, no es el análisis de una sociedad —la Grecia clásica ateniense— ni de la ideología particular que la dirigió durante sus famosos siglos de esplendor; sino la visión política de unas formas de organización, las ciudades-estado, y su superación por las formas del gobierno imperial. Pero también es un estudio social y etnográfico de su cultura; todo ello como amalgama de una trama cuasi de novela negra que, para mi propia sorpresa y perplejidad, construyeron los propios personajes de ficción. Novela educativa y entretenida, fácil de leer. Así es como la veo yo.


P. ¿Qué lugares de interés artístico y patrimonial de Alcázar de San Juan recomiendas que hay que visitar?
R. Prescindiendo de los lugares más típicos y tópicos a la vez, recomendaría mucho conocer el patrimonio natural, arqueológico y etnográfico de la ciudad: la reserva natural “Lagunas de Alcázar”; yacimientos arqueológicos como el de Piédrola, y el museo de alfarería de la Mancha: FORMMA. Pero también recomendaría que esas visitas se hicieran siempre acompañados de un guía experto capaz de explicar y transmitir con acierto sus características genuinas y su verdadero valor.

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