«El vino es el mejor lubricante social y la golosina más civilizada del mundo»

Así lo señalan las dos personas entrevistadas por El Semanal en torno a los vinos de La Mancha, un conocedor de los vinos manchegos, Fructuoso López, y una joven alcazareña que se está abriendo a su mundo, Sara Rodríguez-Izquierdo

Está claro que los vinos de La Mancha no dejan indiferente a nadie, y que no hay uno favorito, sino que es mejor probar todos por su gran variedad, así lo han explicado a El Semanal de La Mancha las dos personas entrevistadas por este medio para conocer la evolución de los vinos manchegos desde dos perspectivas muy diferentes, la de una persona que ha convivido con ellos toda la vida, el enólogo Fructuoso Ló-pez, y la de una joven que está empezando a conocer el potencial de los vinos, Sara Rodríguez-Izquierdo.
    

Sentados en torno a una mesa de La Viña E, con dos copas de vino de La Mancha, explican sus inicios en el mundo del vino, el de Fructuoso cuando se marchó a estudiar Enología a Requena, con 17 o 18 años, quien explica que iniciarse en la cultura del vino es una cosa y con-sumir es otra, «ahora la juventud se está apartando del consumo de vino, un producto que está en la dieta mediterránea y que en estos momentos se consumen 20 litros per cápita al año».
    

Por su parte, Sara se inició en el mundo del vino en torno a los 20 años, «pero comencé a apreciar el vino en torno a los 25 años, en Madrid, porque tenía enfrente del piso una tienda de vinos y mi compañera de piso (una americana) y yo íbamos allí a comprar las botellas, desde entonces siempre que he ido de intercambio he llevado vino de La Mancha».
    

Y es que, ambos aseguran que la gran variedad que existe en esta zona les impide tener un vino favorito, prefieren probar e ir saboreando según la época del año. Según Fructuoso, «cualquier momento es bueno para tomar vino, sobre todo si estás bien acompañado, porque el mejor vino no es el más caro, sino el que se comparte». Para Sara, el mejor momento es cuando está sola y llega a casa después de una larga jornada de trabajo, pero a eso se suma su copita de vino cuando come o cena.
    

Explica Fructuoso que el vino tienen muchas formas de beber-se, el típico jarrete en verano, vino con gaseosa, el tinto de la zona, los blancos fresquitos, todos ellos tienen su momento y es necesario ponerlos en valor, ya que según añade Sara, «no nos creemos nuestro producto y no se le da el valor que tienen para posicionarlo en los merca-dos, a pesar de tener no sólo cantidad, sino calidad y variedad», y apunta que el vino ahora es quizás más sibarita, puesto que los jóvenes salen a edades más tempranas a cenar con los amigos y piden vino con su platos, vinos con nombre.
    

Es ahí, señalan, donde los vinos de La Mancha se tienen que posicionar, saber llegar a todos los segmentos de la sociedad «porque el vino es cultura, es algo más que un bien de consumo, en nuestra zona en concreto es cultura y tradición, es la golosina más civilizada del mundo, es concordia y el mejor lubricante social», apunta Fructuoso, quien añade que al vino no se la ha dado el valor cultural que tiene, sino el del alcohol, y un vino sin alcohol no es vino, necesita tener un mínimo de 9 grados».
    

En este punto, asegura que para que los jóvenes quieran consumir vino (siempre de forma moderada y con mayoría de edad) hay que educarlos constantemente, con nuevas aplicaciones, con espacios donde aprender y conocer el producto, como el jardín de los viñedos propuesto por el propio Fructuoso donde se han plantados las variedades de La Mancha para que los jóvenes se familiaricen con ellas.


VINOS ECOLÓGICOS    
Y precisamente para que los jóvenes se sientan a gusto con el consumo de este producto tan típico de La Mancha entra en escena la sostenibilidad y los vinos ecológicos. Según Sara, «los vinos ecológicos tienen un mercado interminable y nuestra tierra nos da, ya de por sí, vinos ecológicos, apenas tenemos que hacer nada para ello, ahora toca vender vinos ecológicos que aportan un valor añadido a la sostenibilidad y que en esta zona se dan en las mejores condiciones porque es nuestra realidad, las bodegas de Castilla-La Mancha son las más sostenibles puesto que nuestra tierra ya es ecológica y sostenible».
    

Como señala Fructuoso, «La Mancha es camaleónica y nos debemos dar cuenta de ello», y apunta que debemos elaborar lo que se vende, no vender lo que se elabora», y apuesta sin ninguna duda por los vinos ecológicos, “esos que dan la tierra manchega sin tener que hacer muchas cosas, vinos sostenibles que son buenos para el medio ambiente, porque tenemos unos vinos muy bue-nos y hay que darlos a conocer al mundo.


En La Mancha, lo venden (sobre todo) tinto y Tempranillo
El pasado año 2020, las bodegas manchegas declararon unos 134.658.541 litros con Denominación de Origen La Mancha, lo que se tradujo en un ligero incremento del 5,8 % con respecto al 2019, donde se alcanzaron los 126,9 millones.

Con la campaña en ciernes de la nueva añada 2021, vistas en perspectiva, esas cifras reflejan otros datos interesantes en el comportamiento del sector vitivinícola manchego. La profunda transformación y modernización de los sistemas productivos, motivado por una reorientación hacia los mercados internacionales, una paulatina restructuración del viñedo (con la implantación y asimilación de nuevas variedades) refleja una peculiaridad del vino final elaborado en las bodegas manchegas.

Dicho con otras palabras, la variedad blanca sigue siendo la mayoritaria en el viñedo de La Mancha con 108.375 hectáreas, de las que prima la variedad autóctona airén con 92.743 Ha. (Aunque fue la que mantuvo un descenso generalizado en superficie, bajando 3.182 hectáreas en 2020.) Pero en lo referente al vino declarado con Denominación de Origen La Mancha prevalece de forma clara el procedente de variedades tintas (75.747.944 millones de litros), de los que 54.747.944 litros fueron elaborados con tinta Tempranillo.