Paco, "El Sesa"

He tenido noticia, por El Semanal de La Mancha, del fallecimiento de mi excompañero y amigo Paco Sesarino, con el que trabajé durante 10 años en el Colegio Público Juan de Austria de nuestra localidad.

También bajo su dirección interpreté una de mis escasas incursiones teatrales como protagonista de la obra "Bodas que fueron famosas del Pingajo y la Fandanga" en el teatro Crisfel en 1998.

Sirvan estas imágenes y poema para completar un pequeño homenaje a su figura. El poemilla lo compuse al final de la representación y la foto está tomada en su pueblo natal, Siles (Jaén), en una visita en la que lo sorprendimos dirigiendo el coro de la Iglesia parroquial.

DESCANSE EN PAZ     

Gracias a Paco estos meses
he podido compartir
un sin fin de buenos ratos
mientras ensayamos juntos
una obra de teatro
con gente como nosotros
que salía de su trabajo.

Eramos desde hace tiempo
compañeros de colegio
ejerciendo los dos las tareas
de educar como maestros,
sin embargo, esta ocasión
ha propiciado descubrir
lo que se intuye al tratarlo:
que en la vida y en la escena,
donde está su gran pasión
es en torno del teatro.

Ahora comprendo mejor
algunas de sus escenas
cuando yo era director
y se enfrentó a una gitana
con esos gestos sublimes
de una representación.

También me resulta claro
contemplar su negación
para hacer la burocracia
que exige la profesión.

Sin embargo, todo ello
ha ido quedándose a un lado
en los meses del ensayo
gracias a la entrega firme
que a su vocación de artista
poco a poco ha demostrado.

En Alcázar de San Juan,
cuando haya pasado el tiempo,
la gente recordará
a ese tipo larguirucho
que tras un amplio mostacho
dio clases como maestro
y se apasionó del teatro.

Difícil será olvidar...
su amor por el escenario
sus mimos tan espontáneos
que de pronto lo convierten
en un malvado asesino
que hasta gime en su arrebato
como se nos vuelve dulce
melosón o mojigato,
para darnos a entender
que interpretar personajes
no es cuestión de leer bien
sino de usurpar el alma
al menos en ese rato.

Todas estas instrucciones
no le vienen del azar
sino de que hizo carrera,
como suele recordar,
con brillantes de la escena,
bien fuera Manuel Dicenta
o aquella que le enseñó
trucos y gestos un día
y que cita con tal frecuencia
que en cualquier interrupción
siempre sale Alicia Hermida.

Pues así, con estos mimbres,
tras varios años de ausencia
retomó su Compañía
con ilusión y paciencia,
que mucha se necesita
para hacer un buen actor
de gente tan variopinta
como son un vendedor,
un ama de casa ociosa,
algún maestro de escuela,
varios niños, una abuela,
costureras y modistas,
bailarinas y estudiantes,
abogados con bufete
y hasta un empleado en Renfe.

Alcázar, 1998.