"LA TRINI" CUMPLE 100 AÑOS

Recuerdos de mi colegio en su Centenario

¿Te apuntas a felicitar a ¨La Trini” por su Centenario? Muchos exalumnos ya lo hemos hecho. Es muy fácil. Escribe unas líneas de felicitación, cuenta algún recuerdo y envíalo con una fotografía a [email protected]. Solo te llevará unos minutos.

JOSÉ JAVIER BLANCH DEL CASAR (1956)

Villanueva de la Cañada (Madrid)


Curso académico, 1º de bachillerato 1966

1ª fila (sentados) de izquierda a derecha, Manzanares, Eugenio Encinas, Ramírez, Julián García del Pulgar, Javi López, Enrique Sánchez.

2ª fila (sentados) de izquierda a derecha, Luis Miguel García, Paco Pareja, Manuel Crenes, Serrano, Francisco Cuenca, Luis Miguel López, Cañadas.

3ª fila (de pie), de izquierda a derecha, Enrique Vela. Javier Blanch, Jesús Masó, José Antonio Corrales, Román, Roberto Encinas, Luís Caballero, Jesús Ortiz.

4ª fila (de pie), de izquierda a derecha, Emilio Gutiérrez, Barrilero, Jesús Julio Fernández, Diego Blanch, Jesús Manuel Campo, Eduardo, José María Muñoz, Lino Regadera.

Mi colegio es la Trini, sÍ, lo afirmo con orgullo y rotundidad, con sentido de pertenencia en lo más íntimo, porque un trocito del espacio tiempo de su centenario me pertenece. Ingrese en el colegio con cinco años hasta los 16 en los que no tuvimos más remedio que marchar, no si gran pena, al terminar el bachillerato. Fue un lapso temporal, entonces eterno, que ahora, cosas de la edad y de la relatividad del tiempo, se me antoja brevísimo, aunque, desde luego, inolvidable. Por eso tengo la legítima sensación de pertenencia a esas piedras, a eso muros a ese entorno siempre amable de mi querido colegio y sentir un inmenso orgullo en su Centenario.

A veces se escucha a ciertos personajes que pululan por los medios de comunicación como narran con dolor propagandístico su infancia, refiriéndose a una escuela que les traumatizó, y de qué forma, para toda la vida. Afortunadamente, no es mi caso, en mi colegio, en la Trini, he sido muy feliz, guardo entrañables y muy buenos momentos que han dejado una huella imborrable en mi vida.

No hace mucho, mi buen amigo y compañero de batallas escolares Javi López, me envió por WhatsApp la fotografía que ilustra estas líneas, en aquel lugar del colegio hemos posado cientos de alumnos, generación tras generación. Hay una emoción del tiempo que solo nos ofrecen las fotografías, es el testimonio del recuerdo que sin ellas no sería posible. Tal vez esta entrañable foto ha modificado mí ya débil memoria, pero contemplarla fue un rayo de luz, firme e instantánea, de miles de recuerdos gratos y entrañables que me transportaron a la intensidad de un tiempo muy feliz.

Recuerdo con verdadero afecto a cada uno de los compañeros y, por supuesto, puedo expresar el nombre de cada uno de ellos. Corría el año 1966, cursábamos primero de bachillerato, cuando este constaba de seis cursos con la reválida de cuarto y la de sexto. Aquellos años fueron fantásticos, tengo en mente miles de anécdotas de buenos y divertidísimos momentos, de situaciones que entonces nos parecían extraordinarias que siguen ahí, en mi cerebro, sin que afortunadamente hayan caído en el olvido. La vida es un sinfín de hechos, un ir y venir de sucesos, pero las vivencias de aquellos años en el colegio, mi colegio, afortunadamente las guardo para siempre en mi memoria.

A veces, por la Castelar o en cualquier rincón de nuestro querido Alcázar me encuentro con algún compañero-amigo de entonces, nos saludamos con efusión, charlamos un ratito y nos despedimos como si nos viéremos todos los días. Es extraordinaria la carga de afecto que permanece indeleble a pesar del tiempo transcurrido, prueba inequívoca de que la relación fraguada en aquellos años es sólida como el hormigón.

Me uno a la alegría de la celebración de este centenario con mi recuerdo y mi afecto a nuestros profesores, a Don Ezequiel Candelas, contador de tantas historias que nos dejaban con la boca abierta, al Rvdo. Padre Fidel, nuestro profesor en ingreso, aquel curso previo al bachillerato, vasco bonachón que nos enseñó a cantar en euskera, al padre Reyes, trabajador incansable, promotor de la modernización del colegio, a Don Antonio Gutiérrez con su pipa y su Asturias siempre presente, a Baquero, nuestro entrenador de baloncesto, artífice de tantos buenos jugadores que ha dado nuestro pueblo, al Rvdo. Padre Manuel Sendín, hombre culto y bueno, que se afanaba en enseñarnos con entusiasmo y paciencia franciscana (a pesar de ser trinitario). En fin, han sido tantos y a todos, desde luego, mi gratitud y reconocimiento.

Ahora, que el invierno de la vida se aproxima, conservo mi corazón en primavera cuando por el Pretil asomo y contemplo con orgullo mi querido colegio que sigue ahí, como antaño, como en aquel tiempo de feliz adolescencia.

Poema de José Hierro

Hoy sé que los quebrados son olivos/ cercados en el área de la escuela. /Hoy sé que llevan remo y blanca vela/ los amados balandros adjetivos. / Hoy sé que aquellos tiempos están vivos, / que cada asignatura es centinela/ que vigila un recuerdo y lo revela/ con gesto y con presencia redivivos. / Me encontré solitario, inerte, ciego, / sin risueño pasado, sin el juego/ alegre entre los vientos del verano, /y yo busqué en los álamos mi vida/ y al no encontrarla la creí perdida, / y estaba aquí, al alcance de la mano.

¡Felicidades a todos por este Centenario!

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