Basura

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La palabra basura goza de salud pues ha crecido y llegado lejos: al espacio sideral, a las finanzas y hasta a los alimentos; no por nada se habla hoy en día de basura espacial, de bonos basura o de comida basura; poco saludable esta última. Nos ocupa el sentido habitual, los “residuos desechados y otros desperdicios” que recoge el Diccionario.

Hubo sin embargo un tiempo antiguo no tan remoto en el que la basura eran los excrementos de los animales incluidos los de la especie humana; el abono de la tierra, signo de fertilidad. Riqueza, en suma. El estiércol, la palomina, el guano se apreciaban. Tanto y hasta tal punto que su disputa originó guerras abiertas; no otra cosa fue la famosa Guerra del Guano (1864-1866) en donde España por un lado y Perú y Chile por otro se disputaban esta fuente de riqueza.

La basura no obstante huele mal, y si bien tiene un valor, nadie la quiere cerca. Hay que apartarla. Desde el famoso “¡agua va!” del medievo hasta la recogida y tratamiento modernos, pasando por el tradicional basurero en el corral de la casa, hay un trecho. Y es que la recogida que fue asunto particular hasta hace poco es cosa pública en la actualidad, se paga por ello.

Viene el preámbulo a cuento de la subida de las tasas de la que se habla estos días. “Cuenta atrás para la subida del recibo de la basura” (junio 2024), se lee en el “Faro de Vigo”, el decano de la prensa española; la prensa económica por su parte no va a la zaga, “Paracuellos de Jarama comenzará 2024 con un importante incremento en la tasa por recogida de basuras” (diciembre 2023; “Cinco Días”) y, más próximo, “El Semanal de la Mancha” exhibe este titular, “Los vecinos de Miguel Esteban no pagarán más por la tasa de basura en 2024” (noviembre 2023). Bien por los migueletes. La subida que nos mueve es consecuencia de una ley que pretende ajustar las tasas que se pagan por la recogida y tratamiento de los residuos a los costes reales que incluirían ahora además los costes del impacto ambiental del proceso completo; la norma es, a su vez, una trasposición de directivas europeas cuyo principio inspirador es el de que “quien contamina paga”. Se ha oído en algunos plenos que las exigencias de la norma son “imposiciones de Europa” —como si Europa fuera otra cosa—; meras excusas para eludir responsabilidades: la de algunos regidores por no morderse la lengua, los que dicen que no suben impuestos. Se lleva. En fin, ahí está la “Ley 7/2022, de 8 de abril, de Residuos y Suelos Contaminados para una Economía Circular”; establece la norma que en un plazo de 3 años se debe instaurar de manera obligatoria “una tasa […] específica, diferenciada y no deficitaria, […] que refleje el coste real, directo e indirecto, de las operaciones de recogida, trasporte y tratamiento”. De la ley trascendió en su momento que “en los establecimientos del sector de la hostelería y restauración se tendrá que ofrecer siempre […] la posibilidad de consumo de agua no envasada de manera gratuita […]”; de cumplirse supondría un cambio notable de costumbres.

Para gestionar la recogida de las basuras en esta comarca de Alcázar se constituyó un consorcio ya en 1975, Comsermancha; agrupa 21 municipios del entorno y da servicio a casi 200.000 vecinos que generan a diario alrededor de 1 kg de desechos cada uno. La mancomunidad es más de lo que parece, tiene dos ramas: la visible es la gestora —un ente público—; la que lo es menos recoge y trata los residuos —empresa privada, PreZero—. Ambas ramas, socios para la ocasión, forman lo que se llama una UTE, una “unión temporal de empresas”; han de hacer frente, de forma solidaria según ley, al cumplimiento de sus obligaciones. ¿Qué hay detrás de PreZero, nombre en apariencia críptico? Nada inefable, la división medioambiental del Grupo Schwarz, la empresa de una familia, segunda generación de los dueños de los supermercados Lidl. En su web puede leerse que en diciembre de 2021 se completó “con éxito la adquisición de la actividad de tratamiento y reciclaje de residuos de Cespa S.A. en España y Portugal” (Cespa fue antes Ferrovial Servicios Medioambiente, el antiguo socio de Comsermancha). Según el director de PreZero International, con esta compra pasó la división a contar con unos 30.000 empleados en 430 instalaciones repartidas entre Alemania, Polonia, Países Bajos, Bélgica, Luxemburgo, Suecia, Austria, Italia, Estados Unidos, y ahora España y Portugal. No es cualquier cosa. Ecoembes y Ecovidrio completarían el cuadro de la gestión de los residuos, se trata de empresas privadas creadas por distintas compañías para reciclar los envases domésticos que ponen en el mercado; no forman parte de la UTE, pero están ahí para cumplir su misión. A diferencia de otros países europeos, en España no hay pago por devolución de estos envases; ni tampoco, hasta ahora, otras empresas que se encarguen de su reciclaje. Así las cosas, no sorprende que la Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia iniciase en su día un expediente sancionador a Ecoembes por prácticas contrarias a la libre competencia; se ha resuelto el pasado mes de julio con unas propuestas para acabar con el monopolio de la gestión de los residuos de envases en España.

Volvamos a las tasas. Las tasas municipales de las basuras, es preceptivo, las aprueba el pleno del ayuntamiento y su cuantía se recoge en las ordenanzas. Cuando la gestión integral de estos residuos excede la capacidad del municipio —como es el caso—, no hay criterio para evaluar los costes de la gestión de las basuras y fijar en consecuencia una tasa ajustada a dichos costes; en estas circunstancias, serían estimados por la empresa adjudicataria del servicio, e incluirían como es de ley sus márgenes de beneficio. Se presta a la opacidad y al abuso. Comsermancha, aprobó no hace mucho, con las abstenciones del Partido Popular y de Vox, adherirse al portal de trasparencia. Es un paso. A la espera de conocer más detalles, lo que se sabe hasta ahora es que el ente mancomunado aumentó su presupuesto de más de 15 millones de euros para 2024 en un 14,4%, un buen pellizco. Luego están las ordenanzas municipales, su disparidad: una y distinta para cada pueblo. Las tasas pueden ajustarse para cada vivienda o negocio según criterios distintos: desde el número de convivientes o tipo de actividad, hasta el volumen estimado de la basura que se genera; hay pueblos en que todas las unidades pagan por igual, sea la casa grande o chica, sea empresa o particular. En algunas ordenanzas de los pueblos mancomunados, aparte de los criterios más o menos objetivos sobre la generación de basura, se introducen correctores sociales como la condición de jubilado u otras condiciones de vulnerabilidad.

Corolario, es deseable ver cuanto antes las cuentas de Comsermancha en el portal de la trasparencia y conocer de paso los criterios para estimar las tasas. Convendría también, en aras de la equidad, armonizar las ordenanzas de nuestros pueblos. Hay que pagar por contaminar, no hay duda.

Tasas sí, pero las justas.

Alfonso Carvajal