La Mancha: ¿tierra de cervezas?

Ancha es Castilla, y al igual que su gastronomía es extensa y variada en cuanto a comida, vinos y otros manjares, también lo es por sus cervezas, como no podía ser de otra manera. Castilla-La Mancha, a pesar de ser una comunidad comúnmente conocida por sus vinos tintos y blancos, cuenta con una extensa y variada oferta en cervezas artesanas con denominación de origen. Guadalajara, Toledo, Cuenca, Albacete o Ciudad Real; en todas y cada una de estas provincias manchegas podrás disfrutar de una exquisita cerveza como alternativa al tradicional vino, una bebida que es parte de la impronta de nuestro país. Tanto así, que el 90% de lo que se consume es producida en España e incluso tú puedes crear tu propia cerveza a través de este juego.

Por qué pedir una cerveza artesana en La Mancha
Si viajáramos a Castilla La Mancha unos 30 años atrás en el tiempo, además de las clásicas y grandes marcas de cerveza que circulan por toda España, posiblemente encontraríamos muy poca variedad en cuanto a cervezas artesanas. Conocida por ser tierra de vino, en La Mancha también tienen cabida hoy en día las cervezas artesanas. El paso del tiempo, la constancia y el esfuerzo por no tirar la toalla han conseguido situar a la tierra de Don Quijote en el mapa de las mejores cervezas artesanales de nuestro país.

A pesar de estar actualmente en auge, el sector de la cerveza artesana es pequeño y con poca experiencia. Los escasos recursos y capacidades con los que cuentan sus empresas provocan que les sea muy difícil de generar redes de distribución alternativas al método tradicional y que esto les permita crecer y aumentar su productividad y ganancias de una manera sostenible. En definitiva, cuentan con pocas herramientas que les permitan luchar y competir contra “las grandes” marcas cerveceras.

Además de las diferencias propias que existen entre una cervecera artesana y una cervecera industrial nacional cualquiera, la primera destaca por su proceso de elaboración natural, con una carbonatación en la que el gas no se ha eliminado durante la mitad del proceso y se ha introducido posteriormente con el envasado, sino que se ha extraído con técnicas naturales, muy alejadas de las que usan las grandes cerveceras. Esto dota a la cerveza artesana, y en concreto a las cervezas de La Mancha, de un carácter y de un sabor único e inigualable.

Otras diferencias reseñables respecto a las grandes compañías es que la variedad artesanal se elabora de manera natural o mínimamente con ayuda de maquinaria, dejando de lado los procesos automáticos. Más sabor, más cuerpo y más aroma para una cerveza de producción local, conservando a la perfección todos sus nutrientes y con un filtrado sin apenas intervenciones maquinarias.

¿El resultado? excelentes cervezas manchegas como la Arriaca de Guadalajara, La Sagra de Toledo, la cerveza La Nena Rubia de Albacete, La Maldita de Ciudad Real con sabor tostado, o la excelente artesana Dawat procedente de Cuenca. La gran mayoría de ellas, por lo general, tienen una producción reducida que apenas llega a superar los 300 000 litros al año.

Una cerveza para un pueblo con cada vez más cultura cervecera

Es innegable que las cervezas artesanas manchegas están creadas por y para su pueblo. Un sector que a pesar de su corta vida intenta acercarse cada vez más al ciudadano y luchar contra las grandes campañas publicitarias de las cerveceras nacionales. Rubias Pale Ale o de tipo alemán, de trigo, negras irlandesas y tostadas o de sabores intensos son algunas de las variedades manchegas que encontramos si analizamos su extenso mercado. Las posibilidades son infinitas, y esto al consumidor le atrae, sobre todo en un sector que ha estado monopolizado por el vino y el maridaje.

Eso mismo reclaman los artesanos cerveceros manchegos, un reconocimiento que nunca han tenido en la cultura gastronómica, desde la que hace apenas 40 años ha venido destacando la cerveza plana y aburrida en boca, sin apenas riesgos ni sobresaltos con los que sorprender al amante cervecero, con falta de texturas y de aromas.

Roberto Díaz-Oliver, un joven productor de la cerveza artesanal La Maldita que estableció su primera fábrica en la casa de su abuela, definió a Castilla-La Mancha en una entrevista como una “tierra de viñedos, pero de malos bebedores de vinos”. Un ejemplo que podríamos trasladar a la cerveza, en la que, además de no haber existido hasta ahora una buena cultura e interés popular por el zumo de cebada, siempre se le ha desprestigiado su gran potencial para competir con el vino de tú a tú.

En definitiva, Castilla-La Mancha es mucho más que tierra de quesos y de vinos, es tierra precursora de la cerveza artesana y de las micro cervecerías manchegas. Una tendencia que llegó hace ya unos cuantos años como moda y se ha ido abriendo un hueco entre el público cervecero con el objetivo de quedarse definitivamente, exportando sus productos a otras regiones de España e incluso a otros países, conservando siempre su componente local y característico manchego.