Nuestro patrimonio

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Alcázar de San Juan es una ciudad con una larga historia, conocida por su importancia durante la época medieval y renacentista. En el siglo XVI, la región experimentaba un florecimiento económico y cultural, lo que se reflejaba en la construcción de bodegas y otras infraestructuras. Tiene una larga tradición vinícola que se remonta a la época romana. Durante siglos, la producción de vino ha sido una actividad central en la economía local, debido a las condiciones climáticas favorables y la calidad de los suelos. Durante la Edad Media, la Orden de los Caballeros Hospitalarios de San Juan estableció una importante presencia en la zona. Esta orden religiosa no solo participó en la defensa de la fe cristiana, sino que también promovió la viticultura y la producción de vino en la región.

Durante el siglo XIX, la viticultura en La Mancha experimentó un notable crecimiento. La llegada del ferrocarril facilitó el transporte del vino hacia otros mercados, aumentando así la producción y la exportación. Hoy en día, las bodegas de Alcázar de San Juan continúan siendo una parte integral de la economía local y un símbolo de la identidad cultural de la región. El Consejo Regulador La Mancha que comenzó su trabajo en el año 1973, tiene su sede en dicha localidad, ocupándose principalmente de la promoción y el control de la calidad de sus vinos. Muchas de estas bodegas son conocidas por producir vinos de excelente calidad, especialmente aquellos elaborados con variedades de uva autóctonas como la Airén, la uva blanca localizada principalmente en Castilla la Mancha.

El mercado de abastos en Alcázar de San Juan se encuentra ubicado en la Plaza de España, y fue inaugurado en mayo de 1954. En los años 80 se hicieron obras de reforma y el edificio revivió su carácter original medieval, creándose una serie de casetas provisionales de ladrillo alrededor de la Plaza a la que se trasladaron los comerciantes, mientras duraban las obras de remodelación. Se trataba de subsanar una serie de problemas concernientes a limpieza y fontanería, depósito de agua, iluminación, y lo más grave los relacionados con la cimentación del edificio, que había sido arrastrada por las pérdidas de agua de los saneamientos. En su momento se abrió una puerta y se habilitó una escalera de acceso desde el centro social, por donde se sacaba agua cuando se acumulaba. El mercado abrió de nuevo en junio de 1986.

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Durante los primeros días de trabajo en la reforma, al realizar las reparaciones para los cimientos, se dio con unas tinajas que estaban ubicadas en una bodega subterránea, que data del siglo XVI. Este hallazgo, se enmarca en una serie de descubrimientos arqueológicos que pusieron de manifiesto la importancia de la localidad, como un centro vitivinícola histórico. Este encuentro arqueológico reveló una estructura subterránea histórica que pudo proporcionar valiosa información sobre la vida y las prácticas de elaboración de la época.

La bodega del siglo XVI ubicada debajo del mercado de abastos en la actualidad, con entrada por la calle Jesús Romero, fue muy significativa y refleja la rica historia de esta ciudad. Ello dio motivo para que surgiera la idea, alrededor del año 1984 de crear un Centro de gran valor histórico y artístico porque se trataba de un gran trabajo hecho a mano sobre la misma roca. En aquél entonces, era Concejal de Patrimonio Histórico, Matadero, Padrón de Habitantes y Quintas, D. Ángel Ligero Móstoles, que “quiso crear un museo del vino y darle la categoría que le corresponde, no tan solo por el turismo, sino también para celebrar conferencias en un salón que se pensaba hacer complementario al local, contando con el apoyo económico de todos los organismos oficiales”.

La bodega presenta una construcción típica de la época, con muros de mampostería y ladrillo. Es subterránea, lo que permitía mantener una temperatura constante y adecuada para la fermentación, conservación y almacenamiento del vino. Su ubicación también ayudaba a proteger el vino de los cambios bruscos de temperatura, asegurando una mejor conservación del producto aprovechando las condiciones de temperatura y humedad constantes del subsuelo. Este tipo de bodegas eran comunes en la época. La bodega subterránea es un testimonio tangible de la tradición vitivinícola de la región, que sigue siendo una parte importante en su economía y cultura hoy en día.

La bodega del siglo XVI fue tapada, como se encuentra en la actualidad. Alguno de los argumentos que lo motivaron, en aquel entonces, según diversas fuentes consultadas, nos han revelado, los mencionamos a continuación:

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“Con el tiempo, estas bodegas podrían haber quedado en desuso debido a cambios en las prácticas de almacenamiento y producción de vino. Al quedar obsoletas, muchas de estas estructuras simplemente se dejaron de usar y se olvidaron. Además, si no se mantienen adecuadamente, pueden representar riesgos de colapso o hundimiento”.

“La construcción del mercado de abastos u otras infraestructuras urbanas modernas podría haber requerido la tapada de la bodega para nivelar el terreno o proporcionar una base estable para nuevas edificaciones”.

“A medida que las ciudades crecen y evolucionan, las necesidades de uso del suelo cambian. Lo que una vez fue una bodega útil puede haber sido reemplazado por la necesidad de espacio para mercados, viviendas u otras instalaciones públicas”.

“La combinación de estos factores, junto con una posible falta de interés en preservar estas estructuras históricas en ciertos periodos, llevó a que la bodega quedara tapada y olvidada”.

El patrimonio, tanto cultural como natural, es una herramienta educativa invaluable y constituye una parte fundamental de la identidad y la memoria colectiva de una sociedad. Incluye desde monumentos históricos y sitios arqueológicos hasta paisajes naturales y tradiciones inmateriales. El cuidado del patrimonio cultural es una tarea compleja pero esencial. Implica un compromiso conjunto de gobiernos, comunidades y organizaciones internacionales. La educación y la sensibilización son claves para movilizar a la sociedad en la protección de su herencia.

La conservación y protección de este patrimonio es esencial no solo para preservar la historia y la cultura de las generaciones pasadas, sino también para garantizar que las futuras generaciones puedan beneficiarse de este legado. La conservación del patrimonio puede tener un impacto positivo en la economía local al crear empleos en sectores como el turismo, restauración y gestión del patrimonio. Además, fortalece el sentido de pertenencia y orgullo entre los residentes locales.

En definitiva, la protección del patrimonio cultural es un acto de responsabilidad con el pasado, el presente y el futuro. Es una inversión en nuestra identidad, nuestro conocimiento, nuestra economía, nuestra diversidad y nuestro planeta. Por ello, es crucial fomentar un interés y un compromiso renovado en la defensa y preservación de este legado invaluable que a menudo enfrenta la falta de recursos financieros y humanos, por lo que es vital fomentar el apoyo de las instituciones y el sector privado para asegurar los recursos necesarios.

Podría pensarse, quienes consideren la reflexión pertinente, la posibilidad de restaurar, si ello fuera posible, un lugar tan emblemático como esta bodega del siglo XVI, que, sin duda, representaría una gran oportunidad para incrementar el valor de nuestro patrimonio.




 




 

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