El Herreros de Barataria

LLAMADA URGENTE A POSIBLES MECENAS
fig. 1
photo_camera fig. 1

Es seguro que “el Herreros de Barataria” resulta familiar para la gran mayoría de alcazareños, amén de para tantos y tantos visitantes del hotel restaurante que, sin duda, han disfrutado y admirado la obra de arte con que se ennoblece el vestíbulo de recepción de este conocido establecimiento: el hotel Barataria de Alcázar de San Juan.

Conforme podemos leer en la cartela informativa que acompaña a la pintura mural, Herreros (1928-2019) la pintó en 1961; contaba, pues, el pintor, con 33 años y comprobamos su plenitud en el dominio de la técnica como muralista: cubismo en el tratamiento del escenario, expresionismo en los detalles de los personajes. Empecemos por la composición (fig. 1): como en un travelling cinematográfico de izquierda a derecha, asistimos a una escena familiar hogareña (en la cocina) seguida, sin transición de continuidad, de tres personajes ocupando la parte central: un agricultor a caballo y dos labradoras, con que Herreros refleja la dureza y dignidad de los trabajos del campo, mediante la gigantesca representación, casi pétrea, de la figura del caballo y el cabalgante, rendido por la fatiga, pero con heroico gesto caballeresco, quijotesco se nos antoja, como velando las armas que son sus herramientas de trabajo, prefiguradas en un largo astil en negro; como si de lanza se tratara. Y -¡aquí la tenemos!-, en el punto central del cuadro, la más característica seña de identidad del expresionismo herreriano (fig. 2): las manazas, tan desmesuradas, de las dos embozadas labradoras. Continúa la escena familiar (ahora en el patio) y así

fig 2. Detalle del centro del mural en su estallido de color y forma
fig 2. Detalle del centro del mural en su estallido de color y forma

cierra Herreros el relato doméstico, como dentro de un paréntesis, que quedó abierto con la primera. La temática del cuadro es la paz del hogar, la sencillez de las gentes de la Mancha, para acabar reivindicando su alcazareñismo mediante un pequeño detalle: el ábside de Santa María, teñido de ese extraño color rosáceo, hacia el que se dirige la devota para hacer su visita. Pero, ¡ay dolor!, esta casa, estas gentes, tienen una enfermedad mortal. Sus heridas se hicieron patentes ya desde su nacimiento y hubo un tiempo en que tuvieron que propiciarle curas y tratamiento. Las heridas fueron tratadas, pero la enfermedad se ha vuelto a cebar con encono. Esta enfermedad se llama humedad, se llama salitre y devora la fragilidad de la obra de pies a cabeza, porque este mural es mural de muro, es decir, de pared, porque su soporte es la pared que trasuda humedad.

Los primeros años del hotel fueron de esplendor; funcionó como parador de carretera (con su estación gasolinera anexa) extrarradio de la ciudad que creció hasta absorberlo, hasta acabar englobándolo. Mermó su actividad comercial y decidieron cerrarlo. El deterioro y el vandalismo –cómo no- dejaron sus huellas hasta que unos nuevos empresarios determinaran reabrirlo y restaurarlo. Mientras, el cáncer de nuestro cuadro había progresado de abajo a arriba (fig. 3) y, en su faz, se habían abierto grietas y desconchones. ¿Qué hacer? Se consultó al autor (hablamos del año 2016) y parece que hubo quien propuso un proyecto que pretendía remodelarlo con algún añadido de aportaciones personales. Herreros, a quien protegía el derecho de autor, se negó. Y dijo que la única persona a la que permitiría la restauración era a Ángel Vaquero, joven pintor, también alcazareño y buen amigo. Pero era necesario tratar antes la enfermedad: corregir las humedades acondicionando una arqueta existente en el subsuelo de la sala. Eso suponía dinero que el nuevo dueño no estuvo por la labor de asumir.

fig. 3
fig. 3

Y ahora hablaremos de gastos, gestos y gestas, que son homenaje a la amistad y a la dignidad, cobrando sentido una conocida frase hecha en su doble significado; el literal y el figurado: se restauró “por amor al arte” sí. Ángel Vaquero, aun sabedor de que la cura tenía fecha de caducidad, acometió la restauración. Nunca había hecho nada igual, fue difícil y comprometido, pero el resultado quedó impecable. Ángel Vaquero puso su trabajo y hasta los materiales empleados pero, sobre todo, puso su saber de artista y su amor al Arte, esta vez con mayúscula. Así quiso complacer a su admirado colega y sobre todo amigo, que ya contaba 88 años (fig. 4). ¡Qué poca importancia, qué poca divulgación y resonancia merecen estas acciones que son ejemplo de grandes y auténticos valores: amistad, altruismo, nobleza, fidelidad, cultura!, sin pretenciosas actitudes de intelectualidad.

fig. 4
fig. 4

Nos preguntamos cuánto y cómo tendremos que lamentar la completa destrucción del mural ¿o acaso no importa? Pues su desaparición supondría un homenaje a los contravalores: desidia, desinterés, incultura, casi barbarie.

El hotel, tras pasar por varias manos, es una propiedad particular y como tal debemos respetar el derecho de su legítimo dueño para hacer o dejar de hacer. Pero el mural es también un bien cultural que se ubica en un lugar de uso público como es un hotel. Eso nos compromete a todos como ciudadanos y su desaparición nos debería responsabilizar in pectore por poder ser considerado patrimonio cultural.

Para curiosear el evidente deterioro, se ha instalado un zócalo y puesto un marco, convirtiendo el mural en cuadro (fig. 5) y sí, con estas medidas, se contribuye, de momento, a adecentar la apariencia del vestíbulo y hasta ha permitido la instalación de un sofá y algún otro mueble por delante, pero ya damos por perdidos algunos detalles dignos de ser estudiados: la personal interpretación del autor de los gatos y los gallos que se enfrascan en una pelea o dejaremos de cuastionarnos qué quiso manifestar el pintor al dejar descalzas de un solo pie a las labradoras. Y mientras, el cáncer sigue progresando de abajo a arriba.

fig. 5
fig. 5

Queremos hacer una llamada ¿urgente? a tantos y tantos posibles mecenas: entidades bancarias y financieras, asociaciones culturales que reciben cuantiosas subvenciones y disponen de patrimonio que poder emplear para estos fines… Es cuestión de dinero sí, pero cuánto, comparado con tanta obra ruinosa y hasta innecesaria, que no merece enumerar.

Fundación Pintor Pepe Herreros

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