Maño amante de Alcázar de San Juan

Por Amador Palacios

La editorial de Zaragoza Libros del Innombrable cuenta con un numeroso catálogo que se centra en un ámbito peculiar, una literatura diferente que reúne a autores disconformes; entre los más conocidos, Fernando Arrabal, Roland Topor, Antonio Fernández Molina, Eduardo Chicharro, Pedro Garfias, Apollinaire, Alfred Jarry, Milan Kundera, Propercio, Francisco Nieva, Antonio Beneyto, Juan Eduardo Cirlot… El primer título fue la reedición de ‘Los raros’, de Rubén Darío, y entre los primeros, obras de Goethe, Wagner, los hermanos Grimm y suculentas antologías, recopilando los testimonios de Salvador Dalí, los poemas postistas o la producción de la poesía polaca. Su editor es el zaragozano Raúl Herrero, nacido en 1973 y que, además, poeta, escribe y pinta. Él declara que, por este orden, lo que más le llena es leer, escribir y editar.

Es un enamorado de Alcázar de San Juan. Más que un enamorado es un devoto de la ciudad. La visitó por primera vez en compañía del alcazareño Antonio Fernández Molina para presentar el primer volumen de su Poesía Completa, allá por el último toque de campana del siglo XX. Me confiesa que entonces ya sintió un ambiente de familiaridad inquietante al principio y que, más tarde, se tornó en reconfortante. Considera a Alcázar el lugar del mundo donde mejor se respiran los efluvios de Don Quijote y de todo lo que supo plasmar tras esa coraza de personaje Cervantes, distando mucho del contexto pedante y plomizo de Alcalá de Henares, que tiene más de Sansón Carrasco. ¿Convierte esta circunstancia a Alcázar de San Juan en uno de esos lugares telúricos, sagrados y capitales para el mundo? Él piensa que muy probablemente. Por ese motivo, Raúl Herrero eligió Alcázar, su pareja y él, para tomar los votos matrimoniales, obligando a personas de toda España: Valencia, Zaragoza, Valladolid y Murcia, entre otros lugares, a trasladarse hasta ese lugar para asistir a la ceremonia nupcial.

Un año, durante las ferias, el matrimonio llevó a su hijo Hermes a Alcázar de San Juan para que conociera el lugar, porque sabían que, en su desarrollo como individuo, el ambiente de la Mancha, de don Quijote y de sus valores humanos, compondrían una pieza fundamental. En este lugar, matiza Herrero, “han nacido poetas, artistas, magos y estudiosos que por su cuenta y riesgo han analizado la obra de Cervantes, sin atenerse a academicismos ni zarandajas, tal es el caso de Ángel Ligero, que llevó a cabo una obra delirante y propia del genio de la locura esencial.” Se sincera diciendo que el mayor galardón al que aspira es ser nombrado hijo predilecto de la localidad, lo que le llevaría de rondón a la inmortalidad. Cuando tiene oportunidad de visitarla le gusta pasear por sus calles, pertrecharse en sus pastelerías y bollerías, tomar platos que aparecen citados en el Quijote, devorar mañana y tarde su famosa «bizcochá» y meditar unos momentos en su parque, donde Antonio Fernández Molina de niño tomó de una fuente racimos de peces. Alcázar de San Juan aparece mencionada en su obra de teatro ‘Cervantes de perfil’ y en algunos de sus poemas.

Libros del Innombrable ha puesto en circulación recientemente dos sugerentes títulos. Uno es el ensayo ‘Camino de Sardes. Logos bifronte’, siendo su autora Clara Janés, poeta y acreditada traductora, sobre todo de la lengua checa, habiendo obtenido el Premio Nacional de Traducción. Es académica de la RAE, ingresando en 2016 con el discurso titulado ‘Una estrella de puntas infinitas. En torno a Salomón y el Cantar de los cantares’. El libro consta de dos partes; la segunda versa sobre los ejes esotéricos sobre los que se constituye el pensamiento y la poesía, como los números o el peso de las palabras, tema de alguno de sus capítulos. Aristóteles afirmaba que “las cosas existen por imitación de los números”, añadiendo que para los pitagóricos “las cosas mismas son números”. Leonardo da Vinci escribía: “Que no me lea el que no es matemático”.

En la primera parte, Janés estudia la poesía de poetas nórdicos. Ella interpreta que “el que conoce la vecindad del hielo y la nieve, mira las zonas más cálidas, acaso como el que lanza una flecha de deseo”. Y si entre ingleses y alemanes se dio la moda del viaje a Italia, algunos poetas suecos lo hacen a España, como Artur Lundkvist o Lasse Söderberg. Este último dedica a La Mancha estos expresivos versos: “En la lejanía de luz caliente, reseca, / un rebaño palidece. Un viejo pastor ve, / aunque casi ciego, su mundo extenso, / de polvo rodeando el color humano. // Y un viento frío recorre la llanura. / El hombre tiembla bajo su manta sucia / y carga su muerte como a un cordero. / Anochece. El cordero bala despacio.” “Esta es la verdad de La Mancha –asiente Clara Janés- sin pasar por el tamiz literario, lo que deja al descubierto una libertad intelectual”.

La editorial también acaba de publicar unas atractivas y divertidas memorias, ‘Familia (de memoria)’, de Fernando Arrabal. Una entrega más, pues Libros del Innombrable mantiene una Biblioteca Arrabal con cuantiosos títulos de la obra del melillense. El libro es un conjunto de anécdotas dispersas de la intensa y variopinta vida del versátil Arrabal. Hay en él sustanciosos retazos de pura poética: “Escribir permite no dejarse asfixiar por la ceniza temblorosa de la realidad a pesar de que se encadena al sufrimiento imprescindible”. Definiendo también así al poeta: “El poeta es un hacedor con la deslumbrante ineficacia de las estrellas.” El tono de estos cuarenta escritos, más un elocuente embuchado fotográfico, es tan vital, lleno de sus fantásticos y siempre palpitantes datos, que en lugar de expresar que Fulano o Fulana se murió, se dice “se ocultó”.  Para Arrabal, ese territorio de la muerte es ese “allá donde ronca el infinito”.
Versátil creador: dramaturgo, poeta, novelista, ensayista, articulista, epistológrafo, cineasta, artista plástico. Su quehacer lo refrendan sus polifacéticos premios: Nabokov de novela, Grand Prix de teatro, Espasa de ensayo, Wittgenstein de filosofía, Mariano de Cavia de periodismo, Alessandro Manzoni de poesía, Pasolini de cine. En este libro hay un capítulo muy afín a su predilecta afición, la bibliofilia. “Quien siembra bibliofilia recoge deslumbramientos”, escribe. Cuenta que un día el pintor Tàpies le dijo que sus libros de bibliofilia no podían editarse en España porque “no tenemos este tipo de editor lunático”. A lo que Arrabal replica: “Precisamente en España este tipo de chiflado y majareta existe. ¡Y de qué manera! Hoy Juan Carlos Valera es el mejor-editor-del-mundo. Sin lugar a duda. No vaya nadie a comprarle uno de sus libros, uno de sus tesoros. Nunca ha vendido ni tratado de vender ninguna de sus alhajas. Y sin embargo los ha hecho con las figuras más conocidas de hoy, desde Oscar Niemeyer a Louise Bourgeois. Suscita la envidia de los coleccionistas. Me encanta que la-primera-exposición-de-libros-de-bibliofilia se haga en su ‘pueblo’, Cuenca, que por cierto es la ciudad más bonita de España.”

Juan Carlos Valera es un antiguo e íntimo amigo mío. Me procuran gran ilusión estas palabras de Arrabal. Conozco bien la selecta producción que edita Juan Carlos bajo el sello ‘Menú’. En 2006 tuvo lugar en Coimbra, durante dos meses, una nutrida exposición, ‘Os ossos também têm fome’, mostrando estas refinadas ediciones. En 2017 yo reseñé para ABC el selecto espacio ocupado por ‘Menú’ en la muestra ‘De Gráfica y Libros. 45 Años de Edición Artística en Cuenca’, ejemplarmente comisariada por José Ángel García (https://www.abc.es/espana/castilla-la-mancha/toledo/centenario-quijote/abci-menu-universal-marca-conquense-201702161957_noticia.html) Arrabal dice que el auténtico libro de bibliofilia ha de contar con el mínimo de ejemplares posible. Su ‘Bicicleta patafísica’ sólo tiene uno. Él aclara que en Francia, país donde el autor vive, el mínimo es de tres: uno para el autor del texto, otro para el ilustrador y un tercero que va, de modo automático, a la Biblioteca Nacional de París.

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